Recuerdo
cuando nos deseábamos tanto,
cuando la
felicidad no estaba reñida con nada,
cuando la nada
era descanso y hasta un punto
de equilibrio
con justicia superadora de la caridad.
Recuerdo
cuando éramos libres para decir,
para amar,
para movernos de un sitio a otro,
para cantar y
aprender y compartir
lo poco o lo
mucho que nos regalaba el destino,
que, fuera
como fuese, siempre nos mimaba.
Recuerdo tus
labios, tus dientes,
tu sonrisa de
divinidad, tus fuerzas compartidas
con la pasión
de mil noches convertidas
en el eje de
una vida de miel y esperanza.
Recuerdo tus
miradas escondidas,
tus palabras
no pronunciadas, pero sí vividas,
así como lo
dicho, lo callado, los aromas de las emociones
siempre a flor
del momento, de cualquier momento,
que era el más
importante y determinante
en cada una de
las historias que protagonizamos.
Te recuerdo,
querida, y río de felicidad.
Juan TOMAS.
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