domingo, 3 de agosto de 2014

La orilla bendita

No suframos inútilmente.
Podemos dar
con normas que nos inviten
a avanzar con alegrías
compartidas, con halagos crecidos.

No permitamos que los anhelos
de sosiego y jovialidad
se queden en la parte de atrás.
No unamos fuerzas
para crecer en el vacío,
sino para ser mejores personas.

Nos debemos dar seguridades
con importancias de fines
que se explayen y fructifiquen.

Nos hemos de preñar
de gozos, de impresiones venturosas.
No apliquemos reglas inoportunas.
Las existencias han de ser.

Nos estremecemos
desde la honradez del destino.
Hemos de hallarnos cada día
en lo más pequeño, en lo menos relevante,
con singularidades que fueron
y volverán a darnos todo.

Hemos de nadar
hacia la orilla bendita
en la que disfrutaremos de la felicidad.
Nos esperan frutos,
miel y leche,
como la vida misma.

Juan T.

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