De vez en
cuando caigo en la cuenta del milagro de estar vivos, de existir, de conocer,
de poder compartir segundos con gentes maravillosas. El corazón suele ser muy
selectivo, y nos distancia de quienes nos hacen daño, o, al menos, lo intentan.
Ha de darse un
punto intermedio entre quienes no creen en milagros y aquellos que los ven en
todas partes. No obstante, es una gran verdad que la Naturaleza en sí y la vida
humana en particular son muestras de la excepcionalidad de la Creación. Nos
tenemos, y eso, como reiteramos, es la suprema dicha.
Comienza un
nuevo día, con perspectivas, con normalidades, con desayunos y meriendas, con
intenciones, con trasiegos, con conocimientos e ignorancias: hay un poco de
todo. Hoy, especialmente, echaré de menos a Antonio Escolar, que nos viaja
hacia la luz. En ella nos veremos algún día. De momento seguiremos su ejemplo
en lo bueno, que fue mucho, y nos apartaremos de quienes le demostraron que el
ser humano también puede ser incivilizado. Me quedo con su modelo.
Entretanto,
valoro la gracia de seguir adelante, de poder aprender más lecciones, de
poderme enfrentar a lo óptimo y también a lo pésimo desde la convicción de que
todo sucede por algo. El mundo que hemos generado se ha vuelto complejo, pero
el ecosistema de las cosas que importan son más sencillas de lo que a veces nos
parecen. ¡Y tanto! Buenos días.
Juan Tomás Frutos.
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