Hoy, compañera del alma,
desconocida furibunda,
cima de mis sueños,
llegas con entrega,
y me surto de tus dones
hasta el final de la noche,
que nos sobrepone
a la inexperiencia.
Apareces, lucero sin alba,
con impresiones delgadas,
con algodones suplentes,
con cautelas que son mías,
con posturas grandilocuentes.
Te empañas de mí
con voces y vahos
que se agolpan
con imprevistos galopantes
hacia la salvación,
que no surge,
pues se agota el sueño,
que ya no sé
ni cómo ha sido.
No daré otro paso,
me digo,
y añado:
¡Menos mal que no soy
nada fuerte!
Quedas lejos,
susurro en el olvido.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario