Mi corazón
adiestrado y silencioso
te mira
desde esa vitrina
donde lo coloqué
cuando todo se vino abajo.
Subo con lentitud
la escalera
de una salvación
que se llama soledad,
que no implica fracaso,
o sí, quizá.
Estoy en un mar
de dudas sin método,
pues no contaba contigo,
no contaba con un alma
gemela y anhelante
de una vicisitud divina.
Miro el cielo
y te veo:
no tengo escapatoria,
ni quiero, amor.
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