Vengo
de la nada
de esa tarde
en la que me dijiste
un adiós
que me sabe
a amargura
y dolor que hiere
lo más hondo
de mi ser,
que ya no es el mismo.
Me acerco
al puerto de la memoria
que rescata
una parte de lo que fui,
y que ahora intenta
regresar sin impunidad
a lo que soñó
un buen día de un año
que quedó como perdido.
Contemplo la luz
de ese rostro
que viene con cariño
y ansío que la voz
y la palabra,
cuando se escuchen,
sean el antídoto
de todo lo que me sucedió.
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