lunes, 27 de junio de 2011

Contar y creer

Supongamos que las voluntades son, y que son suficientes para una transformación atemperada, sin crisis, sin grietas. Hagamos que las razones se ciñan a los éxitos que nos solidifican con las señas que nos sirven de pura identidad. Vamos y venimos cada día con una prestación de respuestas rápidas.

Sentemos las bases de una experiencia para dar con el toque maestro, con lo que nos debería anunciar alguna respuesta con estímulo y todo. Abundemos en los tercios que nos prefieren como somos y con algo más, con ese aspecto de limpieza sentimental que ha de agotar los plazos con la salubridad que tanto anhelamos y que precisamos con el bien fugaz que hemos de cimentar para todos.

Nos despejamos con las raíces que aparecieron en las trayectorias más singulares siendo, en paralelo, como somos, puros amigos, incluso más de lo que meditamos en la premura diaria. Las básicas experiencias nos han de plantear resoluciones a las controversias con las que nos movemos días y días, jornadas y jornadas, una y otra vez.

Las historias se han de mostrar con principio, nudo y buen desenlace, en la intención, manifiesta, única, real, de modificar todo para ser más allá de lo que se ve a la primera de cambio. Los elementos más complacientes y positivos han de servir de impulso para todo cuanto hagamos, en la levedad de varios seres, con las convenciones más realistas.

Situemos las caricias en ese perfil en el que nos hablamos con unas cautelas que han de servir para dar con las conclusiones más edificantes, que las podemos hallar, claro está, en cualquier ocasión, incluso en el momento más inesperado. Superemos los quehaceres que vayan surgiendo de la mejor manera que podamos. Hemos de proponer palabras que agraden en la misma oportunidad en que sean precisas.

Hagamos caso al corazón, y tengamos la suficiente paciencia y coherencia para no dar ni un paso atrás cuando el beneficio sea del conjunto de la sociedad que, con esa idea, el beneficio también será para todos y cada uno. Se trata de contarlo y de creerlo.

Juan TOMÁS FRUTOS.

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