Hagamos honores a esas banderas que llamamos universales de la convivencia y trepemos por los escalones de unas emotivas negociaciones donde el bienestar común ha de ser la premisa insoslayable. Hemos de agotar todas las opciones para intentar que salgan las iniciativas societarias que nos construyen con fortalezas.
Cambiemos de dirección cuando la mejora de todos esté presente. No formemos opiniones sin contenidos prestos a los incrementos de las mejores hojas de ruta, que hemos de tomar para que no salte la suficiente señalización.
Nos hallamos en una especie de estado de éxtasis especialísimo para catalogar los referentes con unas iniciativas y actividades prometedoras. Hagamos que las realidades nos venzan sin un porvenir individual, sino, en todo caso, colectivo.
Supongamos lo positivo como antesala de la acción, pero no dejemos para muy tarde lo que ha de plantearse como una necesidad conjunta actual. Produzcamos con reflejos y con aires humildes lo que nos debe distraer en la noche más querida, anticipo del día. No vayamos ni muy deprisa ni con negligencia o hastío. Hemos de poder cabalgar juntos hacia la experiencia bendita que nos una, que nos junte con los mejores aspectos y propósitos.
Tengamos coraje para no dejar las cosas a medias. Aspiremos ese aire que nos debe dar la victoria para continuar, incluso con equivocaciones, prestos a corregirnos, dedicando el tiempo que sea menester a vivir desde la comunicación plena.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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