Me distraigo, y no está mal. Hay que descansar de las batallas que nos atraen con sus cortinas de géneros y números que no hallamos entre halagos diarios. Nos hemos confundido durante demasiado tiempo. Hemos buscado en un trance que nos agarra la existencia con sus flujos más hermosos.
Saltas, y te dices que eres capaz en la otra era de una existencia que nos rodea con sus virtudes más sanas. Hagamos que el honor funcione. No hemos visto cuanto es. Nos suponemos con avistamientos que nos procuran salubridad y sosiego. Ése ha de ser el camino por el que deambular una y otra vez.
Saltemos por recorridos enderezados por esos momentos que nos aplican remedios donde todo es algo más, o eso supongo. No hemos entendido cuanto aparece, pero estamos cerca de hacerlo. Nos tomamos ese período que ha de agudizar el ingenio a la menor ocasión, con trasiegos hacia la victoria societaria, en la que todos tenemos una porción.
Pensemos en las opciones perdidas, pero como masa para una esperanza que nos ha de preferir con las virtudes de una era sentida, querida, casi única. Hablemos de momentos, de expresiones desde la experiencia, y tengamos esa paz que nos ha de añadir a las eras de melancolías finitas. No hemos dado con las tempestades, pero las esperamos, y, ante esas crisis, hemos de estar preparados.
Todo es amistad, aunque no lo veamos, aunque no lo practiquemos. Todo tiene sentido si somos capaces de verlo. Todo es en lo bueno y en lo malo, todo nos viene, todo se va, todo es un ciclo, todo es grata experiencia, y por esa senda hemos de caminar. Poseamos el tiempo con más tiempo, con lo que sea menester para adelantar, para no huir, para repetir lo que no se hizo o quedó en fracaso, para darnos una nueva oportunidad desde la comunicación.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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