El ser humano ha avanzado en sus
miles de años por el devenir terráqueo gracias a su idea de clan, esto es, al
hecho de trabajar cada cual unido a otros de su especie. Los progresos más
manifiestos han sido lo que han tenido que ver con una plasmación más diáfana
de este comportamiento. Cuando ha habido actitudes antagónicas o de luchas sin
sentido, el retroceso y/o las pérdidas han sido considerables.
Por eso, en estos tiempos de crisis
lo que toca, lo que deberíamos hacer, es pensar en cómo ayudar a la sociedad a
la salir adelante. Como decía John Fitzgerald Kennedy, “no preguntes qué puede hacer tu país por ti, sino qué puedes hacer tú por tu país”. Por ahí va parte del camino, qué debemos hacer,
obviamente, con el derecho a la discrepancia, a la crítica constructiva, pero
siempre persiguiendo objetivos comunes, compartidos, que nos hagan más felices
a todos.
Hemos leído en el frontispicio de
las religiones de todo el mundo que cuando ayudamos al vecino, en realidad nos
ayudamos a nosotros mismos. Al margen del bien material que podamos procurarle,
se halla la dicha que nos regala la paz espiritual que cosechamos, igualmente,
cuando pensamos en los demás al tiempo que en nosotros mismos.
Parte de la crisis viene de la
inseguridad que nos da el pensar que se han fragmentado bienes esenciales. Se
habla, y es verdad, de crisis de valores. La solidaridad y la cooperación han
de ser máximas para salir adelante desde el acompañamiento y el apoyo en los
brazos de los otros, en los cuales hemos de reconocernos.
Hay demasiado ruido en este momento
de contrastes, de desniveles, de injusticias y de carencias en grupos de
población a los que hemos de ayudar porque su situación es extrema por la falta
de un trabajo y/o de los suficientes recursos. El derecho de éstos, y de sus
hijos, así como de las personas en coyunturas de riesgo, a tener un futuro
mejor es lo que nos dignifica como sociedad. El silencio, como señalaba
Unamuno, equivale a mentir.
Hemos caminado mucho tiempo en
comandita, el ser humano ha construido muchos puentes y ha avanzado lo
suficiente para que nos planteemos que hay conocimientos y bienes en abundancia
para que se modifiquen en positivo las deficiencias que se puedan haber
cimentado. No es un imposible, no es un tópico. Sí que es una carrera llena de
obstáculos, de dificultades y de zozobras que hemos de superar.
Decía Kapuscinski que no cabe el
cinismo en el Periodismo, como no cabe la hipocresía, ni la doble moral, ni el
doble rasero. No cabe ni en Periodismo ni en la sociedad, que han de caminar
unidos en el afán de una prosperidad que a todos concierne. Mirar al otro, ayudarle,
demostrarle que sabemos de su existencia, que nos preocupamos y ocupamos de sus
circunstancias, implica una comunicación plena que ha de ir mucho más allá de
lo abstracto y que hemos de traducir en actividades y actuaciones concretas y
reales.
Lo más juicioso en una sociedad que
se ve cercada por los números y por una importante carga de negatividad es que
veamos que no estamos solos. Hemos de demostrarlo también.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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