Estamos
en una época de cambios, de transformaciones, de virajes hacia formas que
debemos entender y atender conjuntamente, si queremos, a posteriori, que las
cuestiones fundamentales funcionen. Lo malo es que nos hemos acostumbrado (y ya
sabemos que los usos hacen leyes) a que los modelos sean homogéneos y socializantes,
y, cuando todo debe mudar, cuesta demasiado, pues nos hemos de poner de acuerdo
una enorme mayoría.
Los
modelos de aprendizaje en los libros, o en Internet, deben ser superados por
una búsqueda, incluso empírica, que aproveche la experiencia de quienes antes
estuvieron en situaciones de docencia, de conocimiento, de crisis, de tropiezos
con superación de obstáculos, o en eventos similares.
Esto
es sencillo de enunciar teóricamente, pero luego (y ello ya es más complejo)
debemos sacar un lustre individual y hasta social. Seguramente nos hemos
acostumbrado a ir tan deprisa que, cuando vamos más despacio, cuando nos
miramos a la cara, cuando nos introducimos en mundos más serenos,
transformadores, apenas nos damos cuenta de que en esa revolución podemos ganar
todos. Lo que pronto se aprende pronto se va. Además, esa saturación que nos
regalan los diversos entornos nos produce distancias y desinformación.
Los
vehículos en los que viajamos se sustentan en una sociología que hace aguas por
falta de cercanía, de confianza, de familiaridad, de sabiduría y de respeto, y
hasta de admiración, en lo que concierne a los valores humanos. Fracasar en
credibilidad es perder el tiempo y los recursos con los que nos podemos mover
(con los que debemos, al menos).
Tampoco
ayudan los estereotipos y los efectos halos con los que estamos trabajando
entre todos. Los titulares ayudan a entender sin dar muchas explicaciones, pero
nos dejan pegados a los conceptos más sencillos y conocidos durante demasiado
tiempo, pues cuesta abandonarlos. Quizá deberíamos cambiar la metodología y
buscar en territorios donde el factor sorpresa nos sirviera de sostén para
llegar más lejos aunque tardáramos más. Con seguridad, nos quedaría mucho más,
un mayor poso de aprendizaje.
Mover
montañas
La
fe mueve montañas y supone un buen efecto, que no efectismo, para la docencia y
el saber. Por eso siempre se ha considerado idílica la relación entre maestros
y discípulos. Ahora, a unos y a otros puede que nos falte tiempo para ejercer
nuestros respectivos papeles y, sobre todo, para encontrarnos con nuestras
correspondientes funciones.
Por
otro lado, la credibilidad, como la fe, requiere tiempo, dedicación, prudencia,
paciencia, cooperación, aceptación, tolerancia, implicación, complementación,
entrega, etc., y todo ello con pocas o ninguna fisura para que se puedan
aceptar como propios los compromisos y las miradas de unos y otros.
Abundando
más en esto, hemos de decir que todos somos importantes, que lo somos, que
todos tenemos nuestras verdades, y las hemos de considerar, por supuesto, con
la máxima atención.
Juan
TOMÁS FRUTOS.
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