viernes, 26 de octubre de 2012

Aprender todos de todos



            Estamos en una época de cambios, de transformaciones, de virajes hacia formas que debemos entender y atender conjuntamente, si queremos, a posteriori, que las cuestiones fundamentales funcionen. Lo malo es que nos hemos acostumbrado (y ya sabemos que los usos hacen leyes) a que los modelos sean homogéneos y socializantes, y, cuando todo debe mudar, cuesta demasiado, pues nos hemos de poner de acuerdo una enorme mayoría.

            Los modelos de aprendizaje en los libros, o en Internet, deben ser superados por una búsqueda, incluso empírica, que aproveche la experiencia de quienes antes estuvieron en situaciones de docencia, de conocimiento, de crisis, de tropiezos con superación de obstáculos, o en eventos similares.

            Esto es sencillo de enunciar teóricamente, pero luego (y ello ya es más complejo) debemos sacar un lustre individual y hasta social. Seguramente nos hemos acostumbrado a ir tan deprisa que, cuando vamos más despacio, cuando nos miramos a la cara, cuando nos introducimos en mundos más serenos, transformadores, apenas nos damos cuenta de que en esa revolución podemos ganar todos. Lo que pronto se aprende pronto se va. Además, esa saturación que nos regalan los diversos entornos nos produce distancias y desinformación.

            Los vehículos en los que viajamos se sustentan en una sociología que hace aguas por falta de cercanía, de confianza, de familiaridad, de sabiduría y de respeto, y hasta de admiración, en lo que concierne a los valores humanos. Fracasar en credibilidad es perder el tiempo y los recursos con los que nos podemos mover (con los que debemos, al menos).

            Tampoco ayudan los estereotipos y los efectos halos con los que estamos trabajando entre todos. Los titulares ayudan a entender sin dar muchas explicaciones, pero nos dejan pegados a los conceptos más sencillos y conocidos durante demasiado tiempo, pues cuesta abandonarlos. Quizá deberíamos cambiar la metodología y buscar en territorios donde el factor sorpresa nos sirviera de sostén para llegar más lejos aunque tardáramos más. Con seguridad, nos quedaría mucho más, un mayor poso de aprendizaje.

Mover montañas

            La fe mueve montañas y supone un buen efecto, que no efectismo, para la docencia y el saber. Por eso siempre se ha considerado idílica la relación entre maestros y discípulos. Ahora, a unos y a otros puede que nos falte tiempo para ejercer nuestros respectivos papeles y, sobre todo, para encontrarnos con nuestras correspondientes funciones.

            Por otro lado, la credibilidad, como la fe, requiere tiempo, dedicación, prudencia, paciencia, cooperación, aceptación, tolerancia, implicación, complementación, entrega, etc., y todo ello con pocas o ninguna fisura para que se puedan aceptar como propios los compromisos y las miradas de unos y otros.

            Abundando más en esto, hemos de decir que todos somos importantes, que lo somos, que todos tenemos nuestras verdades, y las hemos de considerar, por supuesto, con la máxima atención.

Juan TOMÁS FRUTOS.

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