El día en el que me veas vencido
no llores por mí,
y, si lo haces, que sea de alegría,
que no querré verte triste,
y menos por la caída
de un ser tan normal como yo.
No llores el día
en el que me veas callado, en silencio,
roto por el destino,
otras veces aliado,
quizá en esa ocasión cansado
de mil victorias que saboreé.
El día en el que me veas vencido,
piensa en las batallas que libré,
incluso sin plantearlas ni ejecutarlas,
y piensa en lo que fui,
en los amigos que tuve,
entre ellos a ti, sin conocerte tal vez,
pero en pura comunión
por esos pareceres e ideas
en los que nos presentamos como uno.
El día en el que me veas vencido,
como si no estuviera,
debes saber que en verdad no estaré:
me habré ido a otro sitio,
en otro lugar me expresaré,
me inspiraré en otra etapa
con jugosas caricias y mucho amor.
Piensa, igualmente, ese día
que nada me venció en vida,
ni en mis peores momentos,
pues tuve la suerte de saber
que gana el que continúa
pese a los avatares penosos
que todos tenemos,
pero que no todos aceptamos.
Por eso, ya te digo, tardarás
en verme así, vencido,
Y, cuando me veas vencido,
olvídate de lo que contemples,
pues ya no seré yo:
estaré en las estrellas,
presto a las emociones,
a lo singular de la belleza,
a nuevas aventuras,
a aprender de todo, a continuar mi periplo
por mares y océanos de felicidad,
dejando atrás las mareas y los malos rollos.
El día en el que me veas
te estaré esperando, sin prisa,
en mi Olimpo, en ese lugar donde venceremos
por siempre los que creemos
en la amistad y en el ser humano.
Hasta ese día, con seguridad,
no me verás vencido.
Juan Tomás Frutos.
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1 comentario:
Chapeau, poeta!!!
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