Hay personas
que te enseñan todos los días de sus vidas, incluso en sus etapas difíciles.
Puede que en éstas mucho más. Te dicen quiénes son no únicamente hablando sino igualmente
con hechos, demostrando que el ser humano es capaz de lo supremo desde el amor
y la concordia. ¿Y por qué decimos esto? Siempre hay un motivo para comentarlo,
pero hace unos pocos días que uno de esos maestros que en mi vida han sido, y
son, me llamó para decirme que todo había ido bien, y que ahora que podía me lo
destacaba. Cuando le pregunté el porqué me dio toda una lección de pundonor y
de superación. Ha pasado un cáncer duro, y todo parece indicar que marcha hacia
delante. ¡Es un campeón!
Gentes que calen en nosotros no hay
tantas. No las hay porque andamos muy acelerados, carentes de tiempo, con
insuficiente dedicación, desconociendo que lo que nos hace felices es
adecuarnos a lo que tenemos, así como no pedir más ni tampoco desaprovechar lo
poco o lo mucho. Los cambios son necesarios en el sentido de que nos permiten
reconocernos y calcular las fuerzas de las que disponemos para seguir.
Hay maestros que saben y que se
expresan de modo que los entiendes como una práctica de vida. Los hay menos
teóricos pero que son un modelo por su comportamiento. Otros lo son por su
generosidad y entrega. Otros nos encandilan por su empeño en entendernos y en
disculparnos para darnos una segunda oportunidad. Los hay tiernos, comedidos,
interesantes, inteligentes, cooperantes, y/o con una potente idea de la
existencia desde una óptica altruista.
Algunas personas son tildadas de
maestros por su bonhomía. Lo más importante no es lo que se conoce o lo que se
posee, sino como se ejerce. La caridad es básica, como lo es el perdón, la
entrega, la renuncia, y el altruismo. Cuando uno coopera con los demás se hace
más fuerte, es más humano, más persona en definitiva. De este calado no hallamos a muchos seres
que, desde la coherencia y la cohesión social, contribuyan al crecimiento
global.
Son auténticos maestros los que dan
sin pedir nada a cambio, sin buscar. El tiempo, antes o después, les devuelve
con creces todo lo que han otorgado. El destino no se suele quedar nada. Hagamos
balances propios y extraños y nos saldrán estas cuentas.
En el diccionario leemos la siguiente definición del vocablo
maestro: “Que destaca por su perfección y relevancia dentro de su género porque
está hecho con maestría”. Añade más adelante que porta “enseñanzas valiosas”.
Aunque es cierto que el concepto de valor es mudable, asimismo indica una
apreciación incalculable pues significa mucho más que precio. Lo valioso puede
llegar hasta el infinito y más allá.
Despertar el conocimiento
Me encanta una cita de Albert Einstein, que sentencia que “el
arte supremo del maestro es despertar el placer de la expresión creativa y el
conocimiento”. Un maestro conduce y fomenta las habilidades de quienes le siguen,
o con quienes tiene la fortuna de encontrarse en su senda. Las personas de
calado suelen ser muy naturales, muy despiertas y muy sencillas en sus
expresiones y a la hora de regalar docencia.
Además, es complicado
disimular cuando hablamos de genuinos maestros. Los vemos en sus hechos, no en
lo que reseñan, y no sólo en lo que glosan ellos sino en lo que aprenden y
comparten sus seguidores, en los que, si son auténticos, dejan una huella
profunda y unas lecciones impagables. Lo sé de buena tinta, pues son varios los
maestros que he tenido la suerte de disfrutar.
He recibido de ellos
toda la generosidad posible, y mucho más. Nos recordaba Domingo Faustino Sarmiento que “los discípulos son la biografía del
maestro”. Precisamente abundaba en esto Henriqueta
Lisboa cuando aludía a lo siguiente: “El maestro deja una huella para la
eternidad; nunca puede decir cuando se
detiene su influencia”. Esto significa que,
si permanecen las ideas y los hábitos de una persona, es porque ha sido un
singular faro en su entorno, aportando luz y reflexiones.
Seguro que todos recordamos a quienes
han marcado parte de lo que somos, en ocasiones con dosis cruciales para
nuestro presente y, fundamentalmente, para nuestro futuro. Es una suerte, si ha
sido así. Por ello hoy les rendimos un particular tributo. Sirvan, cuando
menos, estas humildes letras.
Juan
TOMÁS FRUTOS.
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