El amor surge y resurge cuando el proceso comunicativo tiende hacia la validez de la permanencia en el tiempo, que ha de servir de escudo sanador.
No hagamos que funcione lo que no parece tener sentido. Acusemos esa responsabilidad que nos debe propiciar salidas hacia los campos más fructíferos, donde hemos de tomar la pasión como gran base para superar cualquier trance.
Nos debemos la oportunidad de ser felices. Lo hemos de ser todos los días: ésa será la finalidad, aunque sepamos de la imposibilidad en la que nos movemos. No secundemos motivaciones terciarias. Hagamos que todo vaya hacia delante con estabilidad y buena fe.
Sembremos en territorio propio y ajeno, casi a la par, indagando sobre los criterios que nos trasladan hacia esferas que marean un poco. Solventemos las dudas que nos ganan.
No prefiramos el todo con partes que nos encierran ante esos riesgos que nos causan temor. No cedamos. Procuremos progresar con lo variado, con lo que nos ilusiona, con todo lo que tiene valor, precio y espíritu. Mediemos en las comunicaciones y desde ellas para que los resultados, los resúmenes, los regresos y las apuestas nuevas surtan efectos deseados.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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