La vida es lo que hacemos de ella. Nos hemos de responsabilizar siempre de lo que tenemos y de lo que no en aras de buscar mejorías que a todos nos hacen acreedores de unas más óptimas realidades.
Figuremos al frente de las iniciativas más loables, de manera anónima incluso, pero procurando que las actuaciones vayan desgranando opciones existenciales conjuntas.
No apaguemos los fuegos de las ilusiones, que son la base para que todo lo que nos merece la pena siga adelante.
Posicionemos las verdades comunitarias, las que configuran a la sociedad, las que nos permiten que no falte lo básico en las casas de quienes más necesitan. No nos olvidemos de apoyarnos hasta en lo más nimio. Generemos la idea de sociedad.
Intentemos que la felicidad sea el objetivo mayor en cada uno de los días que experimentamos. Sin la dicha, nada merece la pena. Hemos de perseguirla, con ánimo, sin fijaciones ni obsesiones, de manera responsable, midiendo que no falte una dosis para cada ciudadano. Intensifiquemos, pues, las labores para que toda jornada tenga un valor.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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