Resolvamos cuanto vemos en este negociado que se llama vida, y tratemos que el negocio no lo sea tanto en lo económico como en la voluntad de mejorías y de cambios para dar con las soluciones de la sociedad a lo que nos merece la pena, que es mucho.
Tengamos grados y escalones para asumir las destrezas de las existencias que nos vienen con parámetros sin suspensiones de la notoriedad con la que hemos de trabajar un día y otro.
Sepamos por dónde marchan las motivaciones que nos alegran las jornadas que pueden ser, o podrían ser, rutinarias. Ascendamos por las veredas que nos trasladan a la dicha sencilla y perenne. Busquemos lo rutilante en lo que nos puede brindar la vida desde las ansias contenidas.
Todo llega si sabemos esperar. No es cuestión de prisas. Hagamos el intento cuando sea menester, pero sin asperezas ni locuras. Lo colectivo ha de traspasar las fronteras de la inacción.
Cuajemos esas faenas que tienen que ver con la Humanidad, con sus valores, con las potencialidades con las que debemos trabajar. Ocupemos la vida en el mejor de los sentidos.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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