La vida está llena de éxitos y de derrotas, de avances y de retrocesos, de luces y de sombras, de cuestiones positivas y de otras negativas. No sé si hay una paridad. A veces creo que sí. En todo caso, lo que parece cierto es que a todos nos ocurre de todo, aunque para algunos las condiciones sean mucho más paupérrimas de antemano.
Las circunstancias no se distribuyen por igual. Es imposible que vivamos en la paridad, entre otras cosas porque el ser humano se ha empeñado desde hace siglos, casi desde siempre, en perseguir las complicaciones, que envenenan algunas partes de nuestras historias vitales.
Sea como fuere, el eje desde el que miramos, la perspectiva que enfoca cada suceso, tiene mucho que ver con el ánimo personal, aunque éste no siempre sea el determinante absoluto. Los hechos, sus opiniones, dependen muy mucho de cómo deseamos o queremos, o nos dejan, verlos. La misma situación se interpreta de manera diferente en función de lo que experimenta cada cual. Las vivencias particulares juegan un papel decisivo.
Hay personas con coraje que se sobreponen a pérdidas importantísimas, incluso algunas irreparables. Aunque los golpes sufridos sean duros, no se paran, no se detienen. Con la queja en la garganta, siguen esperando tiempos mejores, sabiendo que el cambio se producirá en la medida en que puedan afrontar los avatares con empeño y tesón.
Son, los actuales, tiempos de crisis, una crisis que coloca a cada uno de nosotros en un lugar. No siempre el sitio dispensado es el merecido, o así lo interpretamos. En cualquier caso, no es cuestión de ponernos a lamentarnos sin descanso. Sí que podemos, y hasta debemos, enfrentarnos al duelo y a la pena, pero, una vez superado todo, lo más pronto que sea posible, hay que continuar, y en adelante más endurecidos por las circunstancias y sin perder un ápice de humanidad.
Aunque las visiones sean dispares en función de los márgenes que nos puedan ir quedando, esto es, en relación a lo que conseguimos o perdemos, a los grupos en los que nos colocan los espacios, sus tiempos y las condiciones reinantes, pese a todo ello, hemos de tener una perspectiva antropológica, una de ésas que animan al cambio compartido, con renuncias de todos, sobreponiéndonos a espejismos y amparándonos en los sentimientos más bondadosos y repletos de universalidad societaria.
El barco es de todos, y a todos incumbe; y, aunque el cielo nos traiga tantos rayos de Sol como nubarrones, tantas luces como sombras, hemos de aglutinar fuerzas para proseguir laborando por un futuro que, con sus incertidumbres, seguro que nos será provechoso.
Para que así sea, es necesario, siempre es necesario, que no vivamos el individualismo a ultranza, pues, aunque no existen las panaceas, es una realidad que la unión, el juntarnos en las causas comunes, que comunes hemos de hacer, es garantía de progreso. La historia así nos lo dice. No dudemos en corroborarla.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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