Sabemos que los pronósticos se cumplen cuando estamos todos de acuerdo. La existencia, después de todo, es una cuestión de creer en los demás, en la sociedad en la que nos hallemos. Los momentos, las etapas, los ritmos, son fundamentales para no quedarnos en un sempiterno inicio.
Las circunstancias son vitales para interpretar lo que hacemos, el porqué, y para maniobrar cuando sea preciso. Nos hemos de guardar de caer en el hastío. Siempre quedan oportunidades pendientes que hemos de aprovechar.
Subrayemos las prioridades, vayamos paso a paso, no dejemos en la nada lo que hemos de realizar cada día. Auspiciemos los instantes más nobles con actitudes de recreo, con claridades sanas, con empeños de alcanzar a todos, fundamentalmente a los más necesitados, a los más débiles, a los últimos.
La sensibilidad en las contemplaciones de las labores cotidianas ha de ser el baluarte con el que abordemos los menesteres cotidianos sin claudicar en las tareas que hemos de considerar esenciales para la felicidad, que son aquellas que buscan y fomentan el amor propio y con y hacia los demás. El trabajo ha de ser diario, sin prisa, pero sin pausa.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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