Nos reclamamos
en la amistad, en los deseos
ardientes, vinculados
a las razones más subjetivas.
Nos solicitamos
una y otra vez, en la nada,
por el todo, por nosotros mismos,
y nos desgastamos
en el afán máximo de entregarnos
para no perder la partida del amor,
que se ha de jugar plenamente,
sabiendo que todo se puede expandir
o quedar en el vacío.
La vida supone riesgo,
fundamentalmente en lo que merece la pena.
Juan T.
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