Restauremos el corazón, y lo físico. Pensemos en refrescar lo que vemos y lo que no, lo que somos y lo que seremos, lo que podemos y lo que, al menos, hemos de intentar. La tarea, en este campo, ha de ser permanente e imparable.
Crucemos los lagos que sea menester para acercarnos a esos aires de libertad con los que hemos de aumentar las perspectivas de futuro de propios y ajenos. Todos estamos en el mismo barco.
Aprendamos a navegar, siguiendo el mismo símil, en condiciones adversas, con coraje para no parar aunque el aire nos falte, aunque el viento no sople por el lado que precisamos. Hay que seguir viviendo incluso cuando la existencia no parece tal.
Todos los procesos tienen sus enseñanzas, y con ellas nos hemos de mostrar sin falsos anhelos, ni dejándonos llevar por tentaciones de modas o por los nefastos vaivenes que nos asolan periódicamente.
Escuchemos los avisos de los más próximos, con sus señales verbales, pero también con sus gestos, con sus ausencias, con esos silencios que no somos capaces de analizar en algunas ocasiones. Hablemos para ser, y seamos en la interactividad, comunicando.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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