La vida es un amasijo de
comunicaciones que intentamos ordenar en ese caos que nos desune para que el
proceso o procedimiento nos conduzca por aspiraciones más o menos sinceras en
pos de una comunicación espiritual. Todo es una pura contradicción, y, sobre
todo, ello se nota en el análisis de cuanto nos sucede, que no siempre
observamos igual. Recordemos que el conectar es básico para fomentar las
mejores relaciones, para incrementar los resultados, para ser personas en
definitiva, para dulcificarnos en nuestra humanidad, para avanzar y ser lo que
deseamos en ese punto de equilibrio que nos permite superar la fricción. Los
mensajes están ahí, pendientes de ser descifrados.
La búsqueda de un fin, de una
salida, de una ilusión, es consustancial a la existencia misma. Queremos dar
con ese punto que nos justifica, que explica lo que fuimos, lo que somos y que nos
indica cuanto podremos ser en el futuro. Desbrozar las claves es casi una
obligación cotidiana.
Hay milagros en nuestro entorno que
perseguimos todos los días, y, precisamente en esa incesante carrera, a menudo nos
bloqueamos y no los vemos. Es un poco antitético, pero así es. Hemos de
aplicarnos remedios de calma, de sosiego en la mirada, de pretensiones colmadas
de aprecio y de buenos hábitos. Es, esta postura, la baza más segura para saber
qué hacer en cada etapa. Mejorar en el interior y la máxima entrega en cuanto
emprendemos nos han de invitar a progresar con costumbres señeras y con una
escuela de consideraciones nobles. Esas actitudes contribuyen a aumentar los
mensajes de paz y de conocimiento que dan la justicia y, por ende, la felicidad
individual y societaria.
Las relaciones humanas se basan en
interacciones, en comunicaciones de ida y de vuelta, en retornos de
experiencias y con hechos con los que progresar en el día a día. Es fundamental
que, ante los cambios y transformaciones, seamos capaces de acercarnos a lo que
ocurre, de interpretar posibles soluciones, y de consolidar nuestras
actividades con intereses objetivos y subjetivos. Es crucial que, para soslayar
los problemas, tengamos datos, mensajes suficientes, con los que imponer
astutas opciones existenciales.
Averiguar las claves
La vida está repleta de intentos, de hechos, de
circunstancias, de medidas y de escenarios con los que podemos diseñar
propuestas que han de plantearse desde la sinceridad. Ésa es la senda, creo que
la única factible. Necesitamos averiguar las claves que abren las puertas de la
sabiduría, que no es únicamente un acopio de ideas.
Por otro lado, hemos de movernos con
el corazón a la escucha, con los ojos abiertos para que los mensajes que nos
rodean, a menudo en forma inexplicable, no pasen desapercibidos. Hemos de otear
intensamente para ver de verdad, para escrutar lo que acontece.
La naturaleza humana está colmada de
creencias y de disposiciones con las que incrementar las satisfacciones y las
alegrías, que hemos de compartir de modo alternativo y procurando completar el
círculo del corazón y de la razón. Salgamos de la cárcel de los tópicos, de las
negativas a las experiencias reales, de los elementos establecidos, de los
parangones que no nos llevan donde queremos…
Hay mensajes en botellas, como reza la canción,
esperando ser abiertos. Tengamos presente que los contenedores de estas misivas
pueden ser de diferente tipología. Tampoco debemos olvidar que esos contenidos
los hemos de poner en práctica, o, de lo contrario, no tendrán dirección
genuina. Quizá nos debamos repetir esto más de lo que pensamos.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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