miércoles, 30 de noviembre de 2011

Nuestro deber comunicativo

Llega la vida, mucha vida, y aparece porque aún mantenemos la ilusión en el futuro, que se guarda un poco, pero que acabará regalándonos lo que nos pertenece, lo que necesitamos, lo que nos puede encumbrar por encima de las líneas que nos quieren colocar en la debacle.

Llegaremos a la dicha, a la felicidad existencial, sin grandes espectáculos, lentamente, con prontitud calmada. Lo importante es que podamos atender las peticiones de todas las partes, con dedicación no exclusiva, apostando por las delicadas novedades que pueden justificar cuanto somos.

Concursemos ante las opciones que nos brinda la vida, que ha de estrechar los lazos más gentiles, los más instructivos, los que nos pueden atar con sus mejores formas a resultados solidarios y emprendedores de iniciativas con apreciaciones de conjunto.

Carguemos con el peso de la estructura, con los objetivos que nos hemos marcado una y otra vez, y procuremos dar con las conclusiones convenientes sin hacer aspavientos, sino más bien con muestras de alegría por el deber cumplido.

Estimemos lo posible, lo definitivo, lo que aparece de forma escalonada, y vinculemos los resultados de varios escenarios a lo que beneficia a la sociedad, a la que servimos con los procesos comunicativos globales y específicos. Es nuestro deber.

Juan TOMÁS FRUTOS.

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