Gamoneda:
pasión y arte,
dolor
y deseo
¿De dónde es Gamoneda? ¿Qué le ha hecho ser como es?
¿Hacia dónde navega? ¿Por qué? ¿Lo sabrá? ¿Lo sabremos?
Seis preguntas seis para empezar un artículo que
seguramente no será un artículo. Puede que se presente como tal, pero anda
disperso como su dueño, como su creador, como quien se anima a escribir letras
que comienzan a caminar sin saber, como en el caso de las preguntas, dirigidas
a conocer exactamente, aunque esto suena a una cierta paradoja, a conocer,
digo, quién será este señor que se llama Antonio
Gamoneda.
Uno acude a Google, que, a su vez, te lleva a Wikipedia, y empieza todo un caudal,
que no río, de conocimientos agrupados, dispersos, motivados,
descontextualizados, con brillo, sin él…
El
mundo corre, y lo que antes tardaba uno meses o años
en conocerse ahora lo sabemos de manera inmediata. ¿Lo sabemos?
Creo que no. Confieso que no. Tenemos, como nos
decía Platón, la percepción del conocimiento, pero no su realidad. Las
tecnologías, con su soberbia dominante, nos confunden en ocasiones con un
exceso de información.
Sí, claro, ante la pregunta de un literato en
cuestión, como es el caso que nos ocupa, podemos saber los libros que ha
escrito un autor determinado, sus versos más conocidos, los más problemáticos
de descifrar, los que nos han unido, o enamorado, o exaltado a muchos, o pocos,,
o lo que fuere, pero, evidentemente, saber lo que piensa una persona es
difícil, sobre todo si esa persona es un poeta, un poeta complicado, con
sorpresas, cargado de timidez y de dolor por la honda herida que es la vida,
parafraseando a Miguel Hernández.
Para saber de un poeta hay que haberlo leído mucho,
sentido mucho, escuchado en persona y mucho; y, aún así, es seguro que no es
fácil, pues a menudo, en esta alocada existencia, uno no tiene la suerte ni de reconocerse
a sí mismo.
Es complicado, pues, hablar de un poeta, porque uno
quiere, o tiene la tentación de quedarse en la superficie a la que puede llegar
cualquiera, y más ahora con las nuevas tecnologías, quizá con el afán de llegar
a muchos, o de no distanciarse de muchos, por lo que tampoco puede adentrarse
por complejidades que nos banalicen o nos enreden en exceso en las referencias
esenciales de un autor.
Aún así me atrevo, con humildad y con cariño, a
hablar de Antonio Gamoneda, uno de
los baluartes de y para los poetas actuales. Nos centramos ya.
Sepan aquellos y aquellas que nos escuchan esta
noche que Gamoneda vino al mundo en
Oviedo, en Mayo, un día 30, del año 31. Es, pues, un géminis inteligente. Eso
creo: en casa tengo a dos, y son maravillosos.
Dicen que de casta le viene al galgo. Su padre
también era Antonio, y fue, igualmente, poeta, y, pese a su desaparición
prematura, hizo mucho y bueno por su hijo, a quien enseñó a leer con su única
obra publicada, Otra más alta vida;
y, de esta guisa, le inoculó el gusto y el talento por el género poético.
Vivió la dura postguerra, y el hambre, y el dolor, y
la soledad, y las experimentó desde un barrio obrero, que sufrió la fatiga del
odio del hombre sobre el propio hombre. Esto le hizo ser lo que es, una persona
observadora, inteligente y dolida con muchos episodios que ha sufrido en sus
propias carnes. El ser humano es capaz de lo mejor, y también de lo peor.
Al poeta en general no le falta psicología: Antonio Gamoneda es un referente de
esto que decimos. Su gran sensibilidad no le impidió ser práctico, y, de muy
joven, se instaló en su puesto administrativo en un banco, donde ejerció
durante más de dos décadas. No le fue mal, pues pudo compatibilizar efectividad
con devoción. ¡Es la vida!
Su posicionamiento ideológico estuvo claro desde sus
inicios, y también su forma de contarlo. Su primera obra publicada fue Sublevación Inmóvil, donde recoge su
poesía de la década de los años 50 y que se conoce en una edición conjuntada de
1960. Con este poemario fue finalista del Premio “Adonais”. Un éxito, pues, en sus comienzos, que, por otro lado, no
fueron nada fáciles. Ya comienza a conocerse su talento y su obra, pronto, como
decimos, y también es activo en la promoción de la cultura desde una óptica
progresista, lo que le valdrá más de un inconveniente. Nunca se paró en lo que
podía ocurrirle. Fue valiente, lo es.
La muerte, el enfrentamiento humano, el odio, las
actitudes irascibles, la imposibilidad del amor, la infancia desgarrada, la
esperanza sujeta a contradicciones, la revisión de lo que conviene y de lo que
no, de lo que es posible y de lo que es imposible… aparecen como temas
recurrentes en una poesía que es compleja, densa y dura, con palabras que
rompen los estilos y roturan al lector, porque el escribidor también lo está.
Los entendidos hablan de una primera etapa del poeta (siempre hay una primera etapa), en la
que uno conoce, reconoce, experimenta, es él, y sigue con ese entusiasmo que
sólo los fuertes saben verter. De este primer momento, que llegaría hasta
comienzos de los años 70, son libros como La
Tierra y los Labios, Exentos I, Blues Castellano y Exentos II, titulado Pasión
de la mirada y dado a conocer como León de la mirada. El recopilatorio Edad
acogería parte de esos poemas, superados los problemas con la censura, esto es,
ya en época democrática. Gamoneda fue siempre un tipo libre, y eso tiene su
coste.
Siempre me ha llamado la atención el que un autor no
pueda publicar su poesía por algún considerando. Puedo entender la falta de
financiación, la carencia de adeptos o de lectores, pero la censura, en el
mundo de las ideas precisamente, no tiene sentido, a mi juicio al menos, pues
las ideas siempre serán libres, creo, de un modo u otro, porque otros las podrán
escribir, porque seguirán gracias a la tradición oral, y porque, antes o
después, las más variopintas cuestiones se escriben y se cuentan. Miremos, si
no, atrás.
………….
Conocer
a un poeta es saber de su obra. En
ella se retrata su alma, su forma de ser, sus actitudes, sus modelos de
actuación o a seguir, sus ejemplos, sus éxitos, sus fracasos, sus dudas, sus
aprendizajes, sus esperanzas, sus caídas, sus retornos… Todo es poesía -siempre
me lo repito- para un ser humano, aunque no lo sepa. ¡Imaginad lo que es la
poesía para un poeta!: ¡Más que la vida!
Y la
vida es amar, y es dolor, y es
búsqueda de un equilibrio desequilibrado, una vacilación, una vuelta de tuerca
frente al frenesí del destino.
Por ello, hay en Gamoneda una sublevación
inmóvil (ese libro ya reseñado que es un poemario con reflejos muy personales de
1953 a 1959), un compilatorio éste en el
que titula un poema de esta guisa:
Propongo mi cabeza
atormentada...
En él nos reseña:
Propongo mi cabeza atormentada
por la sed y la tumba.
Yo quería
despedir un sonido de
alegría;
quizá suena a materia
desollada.
Me justifico en el
dolor. No hay nada;
yo no encuentro en mis
huesos cobardía.
En mi canto se
invierte la agonía;
es un caso de luz
incorporada.
Y
nos habla de amor, de cariño, de sentimientos (siempre el amor ahí, en él,
roto) en sus:
Destacamos su poema “Amor”, en el cual
reconoce:
Mi manera de amarte es sencilla:
te aprieto a mí
como si hubiera un poco de justicia en mi corazón
y yo te la pudiese dar con el cuerpo.
Un
amor, por otro lado, que sólo se concibe cuando hay:
Una
auténtica “Pasión de la mirada”
(una obra que recoge sus poemas entre 1963-1970)
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|
Donde
nos glosa lo siguiente:
Está tejida con azul la noche
aún crepuscular. La lengua roja
enciende su perfil.
Salgo al silencio
y penetro la vida de las cosas
y no sé si el centeno es la hermosura
o es la sed la verdad.
Ya en una segunda
etapa hallamos obras como Descripción
de la Mentira, Lápidas y el mencionado Edad.
En este último está toda su poesía hasta el año 1987. Esta etapa es, cuando
menos, la superación de una crisis, de una apuesta por la identidad y la propia
forma de ser y de manifestarse del poeta, que revisa muchos textos, que se
plantea si ha de seguir escribiendo, y, fundamentalmente, se plantea cómo
hacerlo. No es fácil, y se ve.
Gana el Premio Nacional de Literatura, y lo gana por
méritos propios. Ya se sabe que lo importante de los premios es merecerlos.
Entiendo que lo ganó por su fuerza, por su aguante, por su coraje para contar
lo que otros no se atreven, por estar enganchado a temas de toda su generación
pero expuestos sin tapujos, con remordimientos, con brillantes lazos negros.
La década de los 90 es una etapa fructífera, que
muestra obras singulares incluso anteriores, con asuntos de su infancia que
siguen fluyendo y refluyendo en su corazón y en su mente. Publica su Libro del frío y su Mortal 36. La
muerte, las vidas truncadas, los métodos antihumanos de los seres humanos, la
naturaleza de las cosas, perversa, ruin, fragmentada, como sus poemas
demoledores, son las constantes de unos poemarios que acumulan verbos y
adjetivos de oscuridad y pena.
Otros dos trabajos de esta etapa son el “Libro de los venenos” y “De un diccionario
relativo a la ciencia médica arcaica”, en los que exhibe su enorme
dedicación y apasionamiento por las palabras antiguas, con una prosa poética
llena de claves para entendidos y esforzados en la materia. En ocasiones no es
un camino fácil el escudriñar los mensajes de Antonio Gamoneda.
Vivir es fracasar, es encontrar medidas y
gentes que no siempre nos satisfacen, y, a veces, damos con medias verdades, que
son las peores mentiras.
Así, Gamoneda en “Descripción de la mentira”
[poemas de 1975-1976]
(publicado en 1977)
escribe con pulcritud y precisión lo siguiente:
Las hortensias extendidas en otro tiempo decoran la estancia más
arriba de mi cuerpo.
¿Qué lugar es éste, qué lugar es éste? ¿Cómo estás aún en mi
corazón?
Gamoneda tiene un sentido complicado de la vida, con
un susurro pétreo, oscuro, negativo incluso: claramente lo observamos en su
poemario:
Lápidas
[con escritos de 1977 a 1986]
( este poema, en concreto, es de 1986)
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Es el I
Y nos declara:
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Tras asistir a la ejecución de las
alondras has
descendido aún hasta encontrar tu
rostro dividido
entre el agua y la profundidad.
Te has inclinado
sobre tu propia belleza y con tus dedos
ágiles acaricias la piel de la
mentira:
ah tempestad de
oro en tus oídos, mástiles en tu alma,
profecías...
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Y para los que somos del sur no es sencillo entender
la ausencia de calor, que es como la falta de vida, de primaveras, de futuro.
Miren este fragmento de su:
Libro del frío
(de 1992)
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Se denomina “Frío de límites”
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Huyen heridas por el amanecer, laten
sobre las aguas y su blancura se
abre en ti:
avefrías.
Viajan de lo visible
a lo invisible. Ya
sólo hay invierno en
las ramas inmóviles.
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Los conflictos, las controversias, los humos surgidos
de la falta de entendimiento son objeto de su atención, con el fantasma real de
la guerra, siempre presente, doliente, que consume, que le devora.
De su libro “Mortal 1936” surgen estos versos, que son
conocidos en 1994:
Salen los cuerpos del abismo, ascienden
como azufre solar; su resplandor
atraviesa las aguas.
Hay profecías incesantes. Ved
la transparencia de los signos
y las palomas torturadas.
Éste es el día en que los caballos aprendieron a llorar,
el día horrible y natural de España.
La última década ha sido prodigiosa y profusa en
premios y reconocimientos. Ya saben que Antonio Gamoneda tiene el Premio
Cervantes y el Reina Sofía, galardones que le han colocado en el paraíso de los
elegidos por méritos propios. Sus poemas de esta década son frutos de una vida
dedicada a este género literario: tienen brillo, inteligencia, complejidad,
madurez, técnica…, y todo ello con una visión calcárea y fría de la muerte, y
de la vida…, y de todo lo que este itinerario supone. Uno de los títulos es
harto elocuente: Arden las pérdidas. De esta era creativa son también las obras Esta luz y Cecilia. La singularidad con
la que se expresa, los vocablos de oscura brillantez, y los espasmos con los que,
a veces, nos sacude el autor con sus intensas terminologías caracterizan un
período donde ha superado algunas rencillas internas, y es aquí, casi con seguridad,
siempre lo fue, aún más él mismo.
En “Arden
las pérdidas”
(del año 2003)
nos
confiesa:
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He atravesado las creencias. Durante
mucho tiempo
nevó sin esperanza.
Había madres que
enloquecían al amanecer: oigo sus gritos amarillos.
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Aún nieva. Creo en
la desaparición.
Creo en la ira.
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………….
En Asturias y en León lo ha conseguido todo, y en
buena parte de España. Tiene multitud de reconocimientos, de recuerdos, y en
variados ámbitos. Incluso se ha hecho una obra cinematográfica sobre su figura
y su talento. No podía ser de otro modo.
Posee, pues se las ha ganado, medallas de oro,
reconocimientos como hijo adoptivo, es tan asturiano como leonés, e incluso la
Universidad se ha rendido a sus pies con un Doctorado Honoris Causa (la
Universidad de León). Me encanta que los poetas sean emblemas para la
Universidad, pues nadie como ellos creen en el ser humano, en sus
posibilidades, en la necesidad de denunciar sus desfallecimientos para que se
superen, para que no se repitan. Son, en esta apreciación, universales, como
les digo, como la misma Universidad. Les unen los significados, sus contextos,
sus afanes de superación de etapas y destierros.
Para casi finalizar, les llamo la atención también sobre
sus conexiones con Francisco Giner de los Ríos, pues entre 1979 y 1991 fue
director gerente de la Fundación
Sierra-Pambley, fundada por el insigne inspirador de la Institución Libre
de Enseñanza, en la que creyeron poetas como García Lorca o Machado. En fin,
que se nota que es un hombre de su generación, de una generación que sigue,
pese a los avatares, denunciando lo que ve, lo que siente, lo que intuye, como
han de ser, en todo momento, los poetas. Quizá por eso, como rezaba la canción,
pierden en las guerras. Son los primeros en ser callados, o, por los menos, los
primeros a los que se les intentan callar.
Pero nuestro poeta ha ganado. Está en la brecha, ha
contado sus ideas y sigue haciéndolo, y con acierto, y con lectores, y con
reconocimientos, ya glosados, y a ellos, con orgullo, nos sumamos desde Murcia,
desde AERMU, desde esas bases literarias en las que tanto cree, como nos ha puesto
de manifiesto, como damos fe ante la sociedad.
Le
damos las gracias, de corazón, a Don Antonio Gamoneda
por su esfuerzo, por su dedicación, por ser buena persona (cada vez es esto, la
bondad, en lo que más creo, y, por supuesto, lo que más destaco de las grandes
mentes, cuando es el caso, que lo es ahora); y le damos las gracias por haber
traído a nuestras tierras murcianas un viento de aire poético fresco por el que
siempre le tendremos en nuestros
espíritus, en los que se mantendrá, pues son estos aires y espíritus de
libertad los que definen y caracterizan a un poeta, grande como es él, grande
como es usted, grande como tú eres, querido, ya amigo, Antonio Gamoneda.
Gracias
por estar aquí, y buenas noches.
Juan
TOMÁS FRUTOS.
Fuentes:
-Wikipedia.
-Poemas
hallados en páginas de Internet.