lunes, 27 de agosto de 2012

EN TORNO A LA FIGURA DE ANTONIO GAMONEDA


Gamoneda: pasión y arte,
dolor y deseo

¿De dónde es Gamoneda? ¿Qué le ha hecho ser como es? ¿Hacia dónde navega? ¿Por qué? ¿Lo sabrá? ¿Lo sabremos?
Seis preguntas seis para empezar un artículo que seguramente no será un artículo. Puede que se presente como tal, pero anda disperso como su dueño, como su creador, como quien se anima a escribir letras que comienzan a caminar sin saber, como en el caso de las preguntas, dirigidas a conocer exactamente, aunque esto suena a una cierta paradoja, a conocer, digo, quién será este señor que se llama Antonio Gamoneda.
Uno acude a Google, que, a su vez, te lleva a Wikipedia, y empieza todo un caudal, que no río, de conocimientos agrupados, dispersos, motivados, descontextualizados, con brillo, sin él…
El mundo corre, y lo que antes tardaba uno meses o años en conocerse ahora lo sabemos de manera inmediata. ¿Lo sabemos?
Creo que no. Confieso que no. Tenemos, como nos decía Platón, la percepción del conocimiento, pero no su realidad. Las tecnologías, con su soberbia dominante, nos confunden en ocasiones con un exceso de información.
Sí, claro, ante la pregunta de un literato en cuestión, como es el caso que nos ocupa, podemos saber los libros que ha escrito un autor determinado, sus versos más conocidos, los más problemáticos de descifrar, los que nos han unido, o enamorado, o exaltado a muchos, o pocos,, o lo que fuere, pero, evidentemente, saber lo que piensa una persona es difícil, sobre todo si esa persona es un poeta, un poeta complicado, con sorpresas, cargado de timidez y de dolor por la honda herida que es la vida, parafraseando a Miguel Hernández.
Para saber de un poeta hay que haberlo leído mucho, sentido mucho, escuchado en persona y mucho; y, aún así, es seguro que no es fácil, pues a menudo, en esta alocada existencia, uno no tiene la suerte ni de reconocerse a sí mismo.
Es complicado, pues, hablar de un poeta, porque uno quiere, o tiene la tentación de quedarse en la superficie a la que puede llegar cualquiera, y más ahora con las nuevas tecnologías, quizá con el afán de llegar a muchos, o de no distanciarse de muchos, por lo que tampoco puede adentrarse por complejidades que nos banalicen o nos enreden en exceso en las referencias esenciales de un autor.
Aún así me atrevo, con humildad y con cariño, a hablar de Antonio Gamoneda, uno de los baluartes de y para los poetas actuales. Nos centramos ya.
Sepan aquellos y aquellas que nos escuchan esta noche que Gamoneda vino al mundo en Oviedo, en Mayo, un día 30, del año 31. Es, pues, un géminis inteligente. Eso creo: en casa tengo a dos, y son maravillosos.
Dicen que de casta le viene al galgo. Su padre también era Antonio, y fue, igualmente, poeta, y, pese a su desaparición prematura, hizo mucho y bueno por su hijo, a quien enseñó a leer con su única obra publicada, Otra más alta vida; y, de esta guisa, le inoculó el gusto y el talento por el género poético.
Vivió la dura postguerra, y el hambre, y el dolor, y la soledad, y las experimentó desde un barrio obrero, que sufrió la fatiga del odio del hombre sobre el propio hombre. Esto le hizo ser lo que es, una persona observadora, inteligente y dolida con muchos episodios que ha sufrido en sus propias carnes. El ser humano es capaz de lo mejor, y también de lo peor.
Al poeta en general no le falta psicología: Antonio Gamoneda es un referente de esto que decimos. Su gran sensibilidad no le impidió ser práctico, y, de muy joven, se instaló en su puesto administrativo en un banco, donde ejerció durante más de dos décadas. No le fue mal, pues pudo compatibilizar efectividad con devoción. ¡Es la vida!
Su posicionamiento ideológico estuvo claro desde sus inicios, y también su forma de contarlo. Su primera obra publicada fue Sublevación Inmóvil, donde recoge su poesía de la década de los años 50 y que se conoce en una edición conjuntada de 1960. Con este poemario fue finalista del Premio “Adonais”. Un éxito, pues, en sus comienzos, que, por otro lado, no fueron nada fáciles. Ya comienza a conocerse su talento y su obra, pronto, como decimos, y también es activo en la promoción de la cultura desde una óptica progresista, lo que le valdrá más de un inconveniente. Nunca se paró en lo que podía ocurrirle. Fue valiente, lo es.
La muerte, el enfrentamiento humano, el odio, las actitudes irascibles, la imposibilidad del amor, la infancia desgarrada, la esperanza sujeta a contradicciones, la revisión de lo que conviene y de lo que no, de lo que es posible y de lo que es imposible… aparecen como temas recurrentes en una poesía que es compleja, densa y dura, con palabras que rompen los estilos y roturan al lector, porque el escribidor también lo está.
Los entendidos hablan de una primera etapa del poeta (siempre hay una primera etapa), en la que uno conoce, reconoce, experimenta, es él, y sigue con ese entusiasmo que sólo los fuertes saben verter. De este primer momento, que llegaría hasta comienzos de los años 70, son libros como La Tierra y los Labios, Exentos I, Blues Castellano y Exentos II, titulado Pasión de la mirada y dado a conocer como León de la mirada. El recopilatorio Edad acogería parte de esos poemas, superados los problemas con la censura, esto es, ya en época democrática. Gamoneda fue siempre un tipo libre, y eso tiene su coste.
Siempre me ha llamado la atención el que un autor no pueda publicar su poesía por algún considerando. Puedo entender la falta de financiación, la carencia de adeptos o de lectores, pero la censura, en el mundo de las ideas precisamente, no tiene sentido, a mi juicio al menos, pues las ideas siempre serán libres, creo, de un modo u otro, porque otros las podrán escribir, porque seguirán gracias a la tradición oral, y porque, antes o después, las más variopintas cuestiones se escriben y se cuentan. Miremos, si no, atrás.
………….
Conocer a un poeta es saber de su obra. En ella se retrata su alma, su forma de ser, sus actitudes, sus modelos de actuación o a seguir, sus ejemplos, sus éxitos, sus fracasos, sus dudas, sus aprendizajes, sus esperanzas, sus caídas, sus retornos… Todo es poesía -siempre me lo repito- para un ser humano, aunque no lo sepa. ¡Imaginad lo que es la poesía para un poeta!: ¡Más que la vida!
Y la vida es amar, y es dolor, y es búsqueda de un equilibrio desequilibrado, una vacilación, una vuelta de tuerca frente al frenesí del destino.
Por ello, hay en Gamoneda una sublevación inmóvil (ese libro ya reseñado que es un poemario con reflejos muy personales de 1953 a 1959),  un compilatorio éste en el que titula un poema de esta guisa:
Propongo mi cabeza
atormentada...
En él nos reseña:

Propongo mi cabeza atormentada
por la sed y la tumba. Yo quería
despedir un sonido de alegría;
quizá suena a materia desollada.

Me justifico en el dolor. No hay nada;
yo no encuentro en mis huesos cobardía.
En mi canto se invierte la agonía;
es un caso de luz incorporada.


Y nos habla de amor, de cariño, de sentimientos (siempre el amor ahí, en él, roto) en sus:
Blues castellano

Destacamos su poema “Amor”, en el cual reconoce:
Mi manera de amarte es sencilla:
te aprieto a mí
como si hubiera un poco de justicia en mi corazón
y yo te la pudiese dar con el cuerpo.


Un amor, por otro lado, que sólo se concibe cuando hay:
Una auténtica “Pasión de la mirada”

(una obra que recoge sus poemas entre 1963-1970)

Donde nos glosa lo siguiente:
Está tejida con azul la noche
aún crepuscular. La lengua roja
enciende su perfil.
                    Salgo al silencio
y penetro la vida de las cosas
y no sé si el centeno es la hermosura
o es la sed la verdad.

Ya en una segunda etapa hallamos obras como Descripción de la Mentira, Lápidas y el mencionado Edad. En este último está toda su poesía hasta el año 1987. Esta etapa es, cuando menos, la superación de una crisis, de una apuesta por la identidad y la propia forma de ser y de manifestarse del poeta, que revisa muchos textos, que se plantea si ha de seguir escribiendo, y, fundamentalmente, se plantea cómo hacerlo. No es fácil, y se ve.
Gana el Premio Nacional de Literatura, y lo gana por méritos propios. Ya se sabe que lo importante de los premios es merecerlos. Entiendo que lo ganó por su fuerza, por su aguante, por su coraje para contar lo que otros no se atreven, por estar enganchado a temas de toda su generación pero expuestos sin tapujos, con remordimientos, con brillantes lazos negros.
La década de los 90 es una etapa fructífera, que muestra obras singulares incluso anteriores, con asuntos de su infancia que siguen fluyendo y refluyendo en su corazón y en su mente. Publica su Libro del frío y su Mortal 36. La muerte, las vidas truncadas, los métodos antihumanos de los seres humanos, la naturaleza de las cosas, perversa, ruin, fragmentada, como sus poemas demoledores, son las constantes de unos poemarios que acumulan verbos y adjetivos de oscuridad y pena.
Otros dos trabajos de esta etapa son el “Libro de los venenos” y “De un diccionario relativo a la ciencia médica arcaica”, en los que exhibe su enorme dedicación y apasionamiento por las palabras antiguas, con una prosa poética llena de claves para entendidos y esforzados en la materia. En ocasiones no es un camino fácil el escudriñar los mensajes de Antonio Gamoneda.
Vivir es fracasar, es encontrar medidas y gentes que no siempre nos satisfacen, y, a veces, damos con medias verdades, que son las peores mentiras.
Así, Gamoneda en “Descripción de la mentira”

[poemas de 1975-1976]
(publicado en 1977)
escribe con pulcritud y precisión lo siguiente:
Las hortensias extendidas en otro tiempo decoran la estancia más
     arriba de mi cuerpo.
 
¿Qué lugar es éste, qué lugar es éste? ¿Cómo estás aún en mi
     corazón?

Gamoneda tiene un sentido complicado de la vida, con un susurro pétreo, oscuro, negativo incluso: claramente lo observamos en su poemario:
Lápidas

[con escritos de 1977 a 1986]
( este poema, en concreto, es de 1986)

Es el I
Y nos declara:

Tras asistir a la ejecución de las alondras has
     descendido aún hasta encontrar tu rostro dividido
     entre el agua y la profundidad.

Te has inclinado sobre tu propia belleza y con tus dedos
     ágiles acaricias la piel de la mentira:

ah tempestad de oro en tus oídos, mástiles en tu alma,
     profecías...






Y para los que somos del sur no es sencillo entender la ausencia de calor, que es como la falta de vida, de primaveras, de futuro. Miren este fragmento de su:

Libro del frío

(de 1992)

Se denomina “Frío de límites”
Reluce así:
Huyen heridas por el amanecer, laten sobre las aguas y su blancura se
abre en ti: avefrías.

Viajan de lo visible a lo invisible. Ya

sólo hay invierno en las ramas inmóviles.

Los conflictos, las controversias, los humos surgidos de la falta de entendimiento son objeto de su atención, con el fantasma real de la guerra, siempre presente, doliente, que consume, que le devora.

De su libro “Mortal 1936” surgen estos versos, que son conocidos en 1994:

Salen los cuerpos del abismo, ascienden
como azufre solar; su resplandor
atraviesa las aguas.
 
Hay profecías incesantes. Ved
la transparencia de los signos
y las palomas torturadas.
 
Éste es el día en que los caballos aprendieron a llorar,
el día horrible y natural de España.

La última década ha sido prodigiosa y profusa en premios y reconocimientos. Ya saben que Antonio Gamoneda tiene el Premio Cervantes y el Reina Sofía, galardones que le han colocado en el paraíso de los elegidos por méritos propios. Sus poemas de esta década son frutos de una vida dedicada a este género literario: tienen brillo, inteligencia, complejidad, madurez, técnica…, y todo ello con una visión calcárea y fría de la muerte, y de la vida…, y de todo lo que este itinerario supone. Uno de los títulos es harto elocuente: Arden las pérdidas.  De esta era creativa son también las obras Esta luz y Cecilia. La singularidad con la que se expresa, los vocablos de oscura brillantez, y los espasmos con los que, a veces, nos sacude el autor con sus intensas terminologías caracterizan un período donde ha superado algunas rencillas internas, y es aquí, casi con seguridad, siempre lo fue, aún más él mismo.
En “Arden las pérdidas

(del año 2003)
nos confiesa:

He atravesado las creencias. Durante mucho tiempo
nevó sin esperanza.
Había madres que enloquecían al amanecer: oigo sus gritos amarillos.
                                                                                           

Aún nieva. Creo en la desaparición.
Creo en la ira.

………….
En Asturias y en León lo ha conseguido todo, y en buena parte de España. Tiene multitud de reconocimientos, de recuerdos, y en variados ámbitos. Incluso se ha hecho una obra cinematográfica sobre su figura y su talento. No podía ser de otro modo.
Posee, pues se las ha ganado, medallas de oro, reconocimientos como hijo adoptivo, es tan asturiano como leonés, e incluso la Universidad se ha rendido a sus pies con un Doctorado Honoris Causa (la Universidad de León). Me encanta que los poetas sean emblemas para la Universidad, pues nadie como ellos creen en el ser humano, en sus posibilidades, en la necesidad de denunciar sus desfallecimientos para que se superen, para que no se repitan. Son, en esta apreciación, universales, como les digo, como la misma Universidad. Les unen los significados, sus contextos, sus afanes de superación de etapas y destierros.
Para casi finalizar, les llamo la atención también sobre sus conexiones con Francisco Giner de los Ríos, pues entre 1979 y 1991 fue director gerente de la Fundación Sierra-Pambley, fundada por el insigne inspirador de la Institución Libre de Enseñanza, en la que creyeron poetas como García Lorca o Machado. En fin, que se nota que es un hombre de su generación, de una generación que sigue, pese a los avatares, denunciando lo que ve, lo que siente, lo que intuye, como han de ser, en todo momento, los poetas. Quizá por eso, como rezaba la canción, pierden en las guerras. Son los primeros en ser callados, o, por los menos, los primeros a los que se les intentan callar.
Pero nuestro poeta ha ganado. Está en la brecha, ha contado sus ideas y sigue haciéndolo, y con acierto, y con lectores, y con reconocimientos, ya glosados, y a ellos, con orgullo, nos sumamos desde Murcia, desde AERMU, desde esas bases literarias en las que tanto cree, como nos ha puesto de manifiesto, como damos fe ante la sociedad.
Le damos las gracias, de corazón, a Don Antonio Gamoneda por su esfuerzo, por su dedicación, por ser buena persona (cada vez es esto, la bondad, en lo que más creo, y, por supuesto, lo que más destaco de las grandes mentes, cuando es el caso, que lo es ahora); y le damos las gracias por haber traído a nuestras tierras murcianas un viento de aire poético fresco por el que siempre le tendremos en nuestros espíritus, en los que se mantendrá, pues son estos aires y espíritus de libertad los que definen y caracterizan a un poeta, grande como es él, grande como es usted, grande como tú eres, querido, ya amigo, Antonio Gamoneda.
Gracias por estar aquí, y buenas noches.
Juan TOMÁS FRUTOS.

Fuentes:
-Wikipedia.
-Poemas hallados en páginas de Internet.

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