viernes, 31 de agosto de 2012

Tener fe


Dicen que la fe mueve montañas. Yo así lo creo. El problema es que no siempre vemos las montañas que se trasladan de un lugar a otro. Es una cuestión de perspectiva. Cuando ésta varía, es complicado poder demostrar lo que sucede, lo que anhelamos, lo que se cumple.

            Me dice un compañero, y me gusta que me lo confiese, que va a pedir, y también agradecer, la intercesión de una advocación mariana en la que creo. Me encanta la gente que cree en lo que no ve, entre otras cosas porque, nos parezcan reales o no, los milagros existen.

            Sí, seguro. Los vemos, por ejemplo, en las personas que actúan de voluntarios por todo el mundo, y también en nuestra Región, para que no falte lo mínimo a los que menos tienen. Son ciudadanos/as que contribuyen, por supuesto, en lo material, en lo físico, pero mucho más en lo anímico, en lo espiritual. Decía Teresa de Calcuta que hay mucha hambre (física) en el planeta Tierra, pero hay mucha más necesidad de amor, de saciar la carencia, o carencias, en la esfera espiritual.

            Es difícil tener fe, claro está, pero hemos de tenerla cuando advertimos personas que todos los días se levantan para ayudar y ayudarse, para trabajar, para estudiar, para avanzar, para prosperar, para dar o escuchar una palabra amable. Esos seres humanos, sin saberlo, o sabiéndolo, contribuyen a que el universo de circunstancias que nos caracterizan sea un poco más hermoso.

            Es un milagro vivir cada jornada, y tener amigos, y tener con quien compartir los pequeños éxitos y hasta los fracasos. Es un milagro atender a los otros, y que los demás nos atiendan, y que podamos proseguir con un empeño más o menos brillante. El poder decidir por nosotros mismos, el hacer lo que nos gusta, el tener a nuestras familias bien de salud y en otros órdenes, el poder respirar el mismo aire, el conversar en torno a una taza de café, el poder sonreír… son milagros que hemos de pregonar para que doblemente se entienda que, a menudo, por ser supuestamente “normales”, estas situaciones no se valoran.

            Contar con quienes creen en nosotros es también un milagro. No pocos crecen sin tener a alguien que los guíe, que los alumbre, que les dé alguna intencionada lección de convivencia. Precisamos las palabras de los maestros, y el tenerlos a lo largo de nuestra existencia es un milagro con el que nos fortalecemos en lo espiritual, y, por lo tanto, también en lo físico. El relacionarnos con otros y otras es una experiencia fantástica que hemos de ver, aunque sea meramente lo cotidiano, con fortuna y apasionamiento. No siempre valoramos el tener una palabra amiga, o una mano amiga, el tener a alguien cerca.

Saber interpretar la vida

            En este mundo de prisas no manejamos bien los conceptos, pues rápidamente los aprendemos, y rápidamente se olvidan. Tiene su lógica por una proporcionalidad de esfuerzos. Nos debemos preparar durante toda la vida para interpretar los símbolos que nos rodean en forma de hechos, de gestos, de ideas, de acciones y de omisiones. El poder hacerlo, el que tengamos capacidad para decidir, es ya, en sí, un milagro. Hay muchas personas que eligen, pero hay algunas que eligen entre opciones malas porque todas las que les vinieron fueron complicadas. Es cierto que, al final, elige uno, y uno es el responsable de sus actos, pero también es verdad que hemos de dar las gracias cuando las decisiones que se han tomado lo son entre circunstancias afortunadas, pues seguramente constituyen el milagro del que les hablo en el sentido de que todo haya sido más fácil, o, cuando menos, posible.

                Tener los ojos abiertos, el corazón a la escucha, y fe en el presente y en el futuro, así como esa ventana abierta que nos pedía el poeta Rosales, para que las opciones viajen con libertad en nuestras vidas, son aspectos de unas existencias milagrosas que, junto o al margen de los hechos religiosos, demuestran que tenemos esperanza en lo que no vemos, en lo que está por suceder. Recordemos que, aunque no las divisemos, las montañas se mueven todos los días.

Juan TOMÁS FRUTOS. 

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