Tomemos en consideración los intereses que nos aplanan la vida con más o menos vida. Seamos otra vez. Marquemos los territorios en las noches que se nos hacen eternas con unos gozos que se aproximan a las pruebas que no siempre nos han entusiasmado, quizá por incomprendidas.
Supongamos y sigamos la estela que nos marca la presunción de ocasiones inocentes, que irán llegando con unas seriedades de prestaciones que todo lo podrán promocionar. Las contestaciones al unísono, consentidas, nos han de servir.
Hagamos caso al amor, al honor, a los elementos que nos valen desde la extrañeza y la perplejidad. Nos debemos hallar con esas meditaciones que nos aplicarán todo tipo de encargos. Nos dedicaremos a tomar barcos que nos llevarán a los puertos más hermosos, donde conoceremos virtudes y contrastes. Intentemos quedarnos con lo bueno, y tomemos lo malo como esa experiencia que no debemos repetir.
Avancemos todo cuanto podamos con las crónicas conocidas de un cariño que ha de darle la vuelta a lo más estimulante. Queramos como suprema gracia, con convicción, para evitar los correteos inútiles. Salgamos hacia ese momento de magia considerable. Aguarda con un sí.
Expongamos los motivos con unas parsimonias que nos deben alimentar con unas destrezas bonitas. Tomemos los frutos con la suficiente previsión. Indaguemos en los automatismos que nos recrean en las esencias que nos procuran conocimiento y saber, que son dos aspectos no idénticos y, afortunadamente, complementarios. La comunicación, en éste como en otros casos, es su fermento. Abonemos el proceso sin pensar en más.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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