Confiemos en esa fe que mueve montañas, que ayuda con las convicciones, que nos promueve cambios con esa rabia contenida que nos lleva donde el sentido de las cosas nos invita a tomar partido para que el arreglo sea total y absoluto.
Situemos las experiencias con ese grado que elimine las cargas no escritas. Hagamos caso a ese corazón que nos promueve con las texturas más hermosas. Lo lindo nos presenta las consecuencias de unas aventuras que nos han de tildar de buenas calidades con expresiones de ligeras conclusiones ante lo que podría caber en una situación no escrita.
Lo que fue sigue siendo en la travesura de un linde a otro, de un margen a otro, con una conspiración repetida en los aledaños de unas prestaciones que fueron y serán lo que seamos capaces de construir todos juntos. Las enterezas de antaño nos deben arrimar el ascua a la coyuntura en la que deseamos crecer.
Convenzamos a los que vienen en ese inmediato futuro que nos ha de aclarar los conceptos más enrarecidos. Los ánimos han de salpicarnos de experiencias en positivo, con ilusión, que nos saquen del hastío de lo repetido. No dejemos que los malos sabores imperen.
Acudimos constantemente con banderas que nos aclaman ganando y considerando que el todo es pura creencia en nosotros mismos, lo cual ayuda a que las ventajas se nos vayan de las manos. Equilibremos. Nos damos salubridades a las inmediateces que nos venden productos que no somos capaces de ponderar.
Los tiempos nos son en esa validez que ha de ser universal. Propongamos una liberación de los sinuosos bagajes de la vida misma. Conformar comunicación es adecuar fondos y formas, contenidos y continentes, verdades y superaciones de las frustraciones. Pensemos en el todo y en las partes, sin excluir nada que pueda tener valor.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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