Vivamos con pasión cada día, y cada día procuremos estar más y mejor comunicados. Los procesos han de tener ida y vuelta. No alentemos los fines que nos dejan sin el guiso didáctico y el condimento más nutritivo. Sintamos las emociones de un destino que nos ha de equilibrar el puro universo que nos cubre de experiencias.
No destaquemos lo incomprensible, y actuemos con las razones destacadas por doquier, procurando ser nosotros mismos en las eras en las que contrastar ha de ser la virtud mejor llevada. No alcemos las voces, que se distorsionan.
No separemos unas cuestiones fundamentales de otras y tratemos de juntar todo lo que nos sucede para tener una visión global y no desmenuzada en exceso. Las obligaciones han de permitir experiencias con las que nos alejemos de las virtudes que no lo son. No vendamos humos enrevesados y tóxicos, y procuremos avanzar sin prisa hasta el final del mismo universo. Juremos espacios que compartir.
Contrastemos los pronósticos, que hay más de uno, y más de dos. No consolidemos espacios que no somos capaces de ver detrás de una esquina que no está donde nos gustaría. Hablemos, y seamos en el trámite.
Hemos de corresponder en las nimias sentencias que nos asaltan con sus vocaciones tardías. Nos debemos al universo, a lo que somos, a lo que nos ha de distraer con emociones de todo género. Brindemos a ese Sol y a esa Luna que nos despierta con los objetivos subrayados en sus postes más sólidos. Aprendamos del otro sin pedir ni esperar nada a cambio. La existencia, su devenir, sus designios, nos dejan, antes o después, donde toca, porque toca.
No ha de impresionarnos todo, pero sí ha de gestionarse ese factor sorpresa que nos aboque a un aprendizaje descollante y repetido. Hemos de poder con información, comunicando.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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