Vivamos las claras emociones de esos momentos con los que queremos llegar donde sea menester, todo lo que podamos. No nos asustemos. Hemos sido capaces de multitud de encuentros con favores que nos han de llenar los corazones. No naveguemos sin saber hacia dónde vamos. Dediquemos tiempo a plantear una ruta con sus alternativas, si fuera el caso.
No vivamos el pesar permanente, que nos agota. No sumemos espacios en blanco, que nos distancian. No rompamos la baraja antes de jugar la partida. No es cuestión de suerte, sino de jugar las bazas que tenemos desde el mejor de los fines, con los propósitos abiertos.
No nos tumbemos al sol ni en los días de primavera: el astro rey debe prestar sus rayos curativos mientras hacemos algo, fomentando la diversión y la formación. La constancia es siempre una virtud.
No vivamos zozobras que no son del momento: el pasado pasado es. Nos hemos de prevenir frente a escudos que nos nombran con reforzamientos de periódicas partidas. Empecemos cada día con la visión de la fortuna que es el estar vivo, aprovechando las experiencias buenas y malas que nos han precedido, que hemos experimentado, que nos han regalado los amigos y conocidos.
Despertemos el ansia de comunicar y de aprender desde una mirada consecuente y coherente en relación a lo que sucede, a lo que brilla en el transcurrir de cada jornada. Pongamos forma a lo que nos llega y seamos felices con lo poco y/o con lo mucho, y siempre desde la máxima naturalidad.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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