Necesitamos movernos con esas fichas que nos pueden permitir ganar la partida, aunque perdamos algunos elementos que consideramos básicos y que, sin duda, no lo son. Aboguemos y apostemos por las sensaciones más hermosas, ésas que nos pueden ayudar a vivir, a ser, a considerar lo que es cimiento de la sociedad en la que creemos.
Los espacios tienen partes que han de rebajar las tensiones, que nunca conducen a nada bueno. Hemos de agradecer las expresiones con las que nos movemos un día y otro. No tardemos en tomar las riendas del destino, que han de aglutinar la medida de algunos ruidos, con los que nos hemos de quedar en forma de experiencia.
Prevenir es igual a curar. No debemos amalgamar más fortunas que aquellas que provienen de esos intangibles que han de resistir ante los aspectos más banales y superficiales. Nos conquistamos con existencias paralelas de las que hemos de coger lo mejor.
Contrastemos los pareceres con esas concordancias que han de darnos las emotividades más conjugadas en tiempo y forma. Las ideas son tesoros para compartir sin contrariedades excesivas. Nos hemos de querer como somos, y mucho más y mejor de lo que hemos manifestado hasta ahora. Superemos las reservas mediante la comunicación.
La vida es una fiesta si la miramos desde la premisa de una celebración en la cual no debe faltar un mínimo de esencias que, de algún modo, hemos de palpar. La base de la felicidad (una, al menos) está en renovar y mimar al corazón.
J.T.
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