viernes, 9 de diciembre de 2011

Ensayo-error en la comunicación

Postulemos el amor como ese baluarte que nos sana y nos salva, casi a partes iguales. Hemos de comunicar sus bondades, sus cercanías, sus perdones, sus logros, sus equilibrios mentales, sus superaciones físicas, sus fortalezas espirituales...

Globalicemos sus interpretaciones como base para salir adelante con fórmulas de logros relativos, y, a veces, hasta absolutos. No malgastemos el tiempo, corto, preciado, irrepetible.

Gustemos con los procesos de la vida, con sus sensaciones, con las novedades de quienes vuelven con soltura y buen ánimo. Los cimientos de la vida son sencillos y tienen que ver con el quehacer reiterado y no frustrante y con la coherencia en el discurrir diario.

No adelantemos respuestas sin saber las preguntas. Los amores son complicados, pero, a la vez, sencillos, compuestos con átomos que justifican muchas soledades en el trámite que nos porta por el carril de muchos períodos de nuestras existencias.

No nos refugiemos en los estadios sorprendentemente iguales a los de hace años. Hemos de cambiar, de adaptarnos a las circunstancias actuales, procurando avanzar al ritmo que podamos, sin prisas, sin quedarnos guardados para milagros que siempre dejan la estela de un tiempo no aprovechado, aunque sea para aprender del famoso ensayo-error. Persigamos, pues, la bondad y la querencia en la comunicación, pues es su esencia misma. Si nos equivocamos en la búsqueda, lo que debemos hacer es perseverar.

Juan TOMÁS FRUTOS.

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