En un nuevo recuadro

Miramos hacia ese lado donde sabemos que no estamos. Practicamos sin indicadores que nos digan para dónde marchar.

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Vamos a la deriva con una visión nada creíble. Nos asociamos para no sentir el pánico de la soledad.

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Rebajamos el deseo en un devenir que nos propone quedarnos al margen. No aceptamos los mecanismos.

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Penamos en los lugares donde fuimos muy felices. El riesgo nos ha llevado al pavor a fracasar.

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Nos prolongamos. Nos miramos con una perspectiva que hace daño. Hemos plasmado muchas importancias, que ahora nos adelantan.

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Nos acogemos a prácticas de amores que ya no están enhiestos como antes. Nos reservamos. Negamos lo que somos.

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Consultamos con una cierta astucia lo que sentimos en la noche. Nos desconcertamos. Hemos querido en demasía.

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Pedimos que algunas claves no estén al final. Nos elevamos con una cierta parsimonia. Nos queremos mucho.

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Hemos adecuado algunas astucias sin discurso. Necesitamos relajarnos. Nos ponemos entre tenedores que pinchan.

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Acudimos a plantear una serie de preguntas que nos quitan el mejor de los pareceres. Iniciamos el camino que debemos compartir.

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Nos hemos embobado mientras esperábamos un cierto milagro. Pensamos en muchas cosas. Volveremos.

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Nos jactamos de ese viento que no sabemos dónde nos lleva. Nos cuidamos en exceso, y así no nos disfrutamos.

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Nos equivocamos con dejarnos. Nos escapamos de una manera que perderemos los dos. Nos enjuiciamos.

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Hemos querido muchas necesidades, y por eso pensamos en una vuelta atrás. La firmeza nos distrae.

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Nos decimos que sí. Volveremos en un estado de cosas que prevendrá con una lindeza perfecta. Ridiculizamos cuanto somos. Fue antes, y lo es ahora.

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Hemos preferido quedarnos atrás con una voluntad que ya nos tambalea. Nos pedimos cuentas que no sabemos sacar.

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Nos situamos en lo privado y con un parecer de entrega amorosa que nos dificulta cada paso. Tomamos referencia en lo distinto.

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Mejoramos los aspectos de convivencia con una existencia que ha de respetar cuanto somos. No hace falta que sigamos sin paz.

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Determinamos unos objetivos que nos convencen con un sí que no terminamos de caracterizar.

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Cumplimos con las obligaciones de un amor que nos hace constituirnos como personas. Nos salvaguardaremos.

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Hemos suplicado un tanto de amor. Los mandamientos nos han de llevar por el acuerdo consensuado de querernos sin pedir nada a cambio.

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Damos y recibimos en ese eterno círculo que nos ha de convocar con la evidencia. Nos damos ánimos.

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Reconocemos unos amores que nos ponen en el compromiso sin obligación y en un brete del que tomamos nota.

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Damos cuerda a ese reloj que ha de parar en cualquier instante. Nos aficionamos a muchos besos que nos han de despertar.

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Los minutos se han convertido en horas, y éstas en días que preferimos no contabilizar. Paseamos solos.

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Nos embarcamos en unas aventuras que nos dejan sin esa fantasía con la que crecimos y fuimos felices.

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Nos ahogamos en una senda de penitencias que evitan todo cuanto debimos ser. Nos postulamos como mejorables, y, ciertamente, de nosotros depende.

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Los trayectos de otras etapas se han quedado bloqueados por inclemencias de un cielo que no diversifica las intenciones.

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Miramos y vemos en un combate con resultados. Nos corregimos. Hemos complicado casi todo. Entendemos lo que puede ser.

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No hace falta que nos veamos en una nueva faz de la tierra que nos defiende de explosiones sin gusto. No es fácil.

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Nos ponemos contra las cuerdas sin un motivo aparente. Nos colmamos de fantasías en un nuevo recuadro.