lunes, 30 de junio de 2008

Los solidarios

Hacen lo que pueden. Se dejan la piel a jirones. No les molesta nada, y, si les duele, callan. Son fuertes, son efusivos, son gentes de normas: se las saltan para que el sistema funcione. Traen sus “currícula”, pero sus mejores credenciales son las de ayudar al prójimo, por cercano, por necesitado, por pobre, por la llamada que provocan, por ellos mismos. Son gigantes vistos desde dentro. Se separan para multiplicarse, para resolver sus problemas, para alejarse de las malas influencias. Son capaces de todo. Afloran en ellos “fuerzas desconocidas”, más que humanas. Suben las dosis de subvención y de razones. No se quejan. Liberan energía y malos espíritus. Son ejemplos seguros. Arrebatan las llaves que encierran con el fin de utilizarlas para abrir. Valen la pena. Desde su labor no cacareada saben vivir en este mundo. Los saqueadores no van con ellos. Juegan a la contra de los modelos establecidos. No creen en los controles económicos. Piensan que las personas son básicas, dignas de protección. Escuchan y hacen lo que pueden. Entienden y aceptan: tienden las manos que se manchan de puro quehacer. Se dicen del montón, pero lo son del bueno. No quieren quedarse ni atrás, ni al margen. Los errores son comprobados para no morir más. No quieren que esta existencia contradictoria se acabe, y muestran que hay más caminos. Prefieren las tensiones a los desfases, las carencias a las opulencias concentradas en unas pocas "fortunas". El reparto es para ellos la consigna. Están delante y detrás de las posturas de medias tintas. “Pueden y deben”, se repiten. Pasean para ver, para rebelarse frente al poder establecido. Es la suya una revolución incruenta. No defienden las cadenas de nadie. No disimulan, ni para demostrar lo que desean. Van de manera abierta por un mundo que ven realizable de otro modo. Son aprendices de cualquiera cosa. Estudian y comparten. Están estimulados. Todos son amigos de todos: forman una gran familia bajo el mismo ideario. El fin en sí mismo es la persona. No acabarán, pero tampoco pararán. Son, igualmente, maestros de esperanza. Transmiten su trabajo por si vale para algo. Son curiosos, y siguen por insatisfechos. No olvidan. Están con los marginados. Son ellos: los “solidarios”.

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