lunes, 30 de junio de 2008
¡Va por ti!
Nadie como tú me ve con “buenos ojos”, con tan buenos ojos, nadie como tú me disculpa, nadie como tú me consiente, nadie como tú tolera mis agravios, mis desdenes, mis “apartamientos” voluntarios o fortuitos, nadie como tú me quiere como soy… Entiendo que te mueves en la sombra, siendo como eres un sol divino, un astro celestial que me nutre con pasiones y con brillantinas de pasatiempos festivos. Tienes un don: te encuentro muy inteligente, muy entera, muy en tu sitio. Te conocí por casualidad, y por casualidad –no merecida, por cierto- sigo teniéndote en mis proximidades. Cuando te hablo, cuando me hablas, cuando sé de ti, respiro un aire embriagador que me hace presumir como persona. Me planteo muchas veces el motivo de escribir, la dirección hacia donde trato de conducirme, las razones de unos sentimientos que despiertan como las flores en primavera, tras un letargo, tras un embarazo. No lo sé: así es... Sí entiendo que parte de lo positivo que llevo dentro, y que saco de cuando en cuando, se debe a los matices que desgranan personas como tú, tan sinceras, tan amigas, tan afables, tan estupendas, tan verdaderas ante un mundo loco e hipócrita. Siento, mientras escribo, que tomo una copa, esa copa interminable que me recuerda un tiempo fugaz como la vida misma, que quizá ni siquiera existió. Sin embargo, estás tú para demostrarme que todo es posible en domingo, y en lunes, y con un milagro los jueves. Aunque no lo creas, a pesar de que no siempre lo sé, entiendo que eres un bastión en mi vida. Has modelado con ejemplos algunos resortes, y has dejado el regusto por una Coca-Cola bien fresca y en la soledad de tu habitación. Descubres una nueva frontera, un nuevo mundo sin complejos, con la sinceridad en la mano, con el paño de alegrías y de penas, con las venas a flor de piel por y para lo que pueda o deba pasar. No renuncias a la espontaneidad, que descubre muchas facetas en ti, una pura sangre en el doble o en el enésimo sentido. Me debato a diario sobre posibilidades que se adquieren con la experiencia, con el trabajo en equipo, con los cargos, con las treguas, con los azogues, con las dedicaciones, con las actividades más variopintas, con el mercado, con el desconocimiento particular y promovido con ventajas e inconvenientes. Los criterios han de ser coherentes, sí, pero renovables, orientados, con incidencias nobles, mirando desde las azoteas, utilizando unas claridades que nos ahorran convenciones. Todo ello lo aprendo de ti. Has concentrado estructura y un aire oxigenado que nos cubre con capas naturales. Formas mi bosque natural y me pintas con unos colores aislantes que me invitan a captar, a guardar, a gestionar, a facilitar. Has ventilado mi existencia, y, al tiempo, me has aportado calor. Ésta, mi ínfima obra, lo sabes, va por ti, y hoy no acepto ningún tipo de fuga.
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