viernes, 20 de junio de 2008
Auténtica
Tocas el cielo con las manos. Te miro a esos ojos llenos de melancolía y de nostalgia, y veo la majestuosidad de una gran mujer, que se ofrece sencilla y humilde. Has adoptado la más querida de las actitudes, que es de pura amistad, de conocimiento, de silencio, de inicio con brisa y con el corazón abierto. Puedes hacerlo todo. No obstante, te resignas. Permaneces con claridad en tu sitio, transformando tu contexto. No hay fallos: acortas distancias con gracia, con donaire, despejando las malas vibraciones de los que no duermen. Sabes mucho: tienes un don natural. Aunque no lo creas, es imposible superarte. Eres un puro sacrificio. No te importa la clasificación: no te gustan las luchas. Te fijas en los detalles de las buenas gentes, y, fundamentalmente, tienes una gran capacidad de perdón y de discernimiento. Estudias calladamente, y titulas tu vida en busca de la felicidad, que te es esquiva. No gobiernas nada: no te apetece. Te tomas con filosofía los reveses de la existencia, que ahora espera no marchitar. Eres una mujer completa, respetuosa, educada, con instantes de honor que sirven de ejemplo para todos. Te vemos tan normal que no reparamos suficientemente en ti. Los oteadores de esta sociedad comprimen tanto las imágenes que no siempre dan con las esencias en los análisis. Tú, a pesar de ello, sigues a tu ritmo, con tu estilo cariñoso e inteligente. Te creces sin magnitudes. Acortas el camino con el exclusivo objetivo de estar en paz contigo misma. Eres capaz de perderte por alguien, si apareciese ese “alguien”. La lectura de tus días no refleja que nadie lo merezca. Los designios no van con las buenas gentes, o, al menos, eso parece. Te felicito. Tú podrías cerrar muchas heridas, dejando atrás las diferencias, pero no te lo permitimos. Dispones de moralidad. No conozco una persona más fiel y leal que tú. La sociedad sufre por no fomentar la libertad de unas gentes similares a ti. Eres independiente en tus convicciones, pero, asimismo, la más solidaria que conozco. Te integras y te adaptas sin ruido, y desarrollas las actividades necesarias para acabar con las deficiencias. Respondes en todo momento sin complejos y superas todo tipo de desafíos. No estás en ningún “plan”: somos el resto los que perdemos terriblemente por ello. Me encanta la dulzura de tus propuestas, de tu ademán de defensa de la convivencia. Me provocas buenos ánimos, perspectivas serias, responsabilidades, y generas una cierta aureola de protección. Lo único que siento es que no me leerás para saber lo que pienso. ¡Eres tan auténtica!
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