jueves, 26 de junio de 2008
Crisis (y 2)
La pena ya me deja seguir. Es grande, pero veo las cosas con más perspectiva. El tiempo pasa, y deja sus huellas, en lo bueno y en lo malo. Al final, todo llega. Me asusta pensar así, mas es cierto, terriblemente verdadero. Hace unas semanas, corazón, te diría que te quiero con locura. Te repetiría cosas como las que te expongo a continuación sin utilizar el condicional y volviéndome a apropiar del presente. Sería algo así: “Cariño, es duro amanecer en un nuevo día y descubrir que uno está solo, que todo lo que ha hecho por otra persona se ha ido al traste, que la mujer de tu vida, a la que te has entregado más que a ti mismo, se ha ido, probablemente en busca de otro, con otro... ¿Qué más da? Sí, amor, no importa el motivo, ya no, sino el hecho objetivo de que ya eres para mí, por desgracia, irrecuperable. Te quiero tanto. No creas que no entiendo que hayas dudado de tus sentimientos. La vida es muy difícil, y mantener una relación quizá más, sobre todo cuando hay tantas cosas que nos separan. Cariño, soy consciente de mis limitaciones, que son amplias como el mar. Te ves feliz en tu entorno, y disfrutas con rabia de él. Controlas la situación, y eso te hace más libre. Me parece bien, pero no tanto que sea a mi costa. Me gustaría que me dejaras “reconquistarte”. No creas que no es difícil para mí escribir todo esto. No tengo las ideas claras. Solo dejo fluir lo que siento, que se atropella entre sí y no me permite ver lo que hay detrás. No puedo más. Estoy cansado, muy cansado. Necesito una palabra de aliento, de tu aliento. Hasta los latidos de mi corazón me ahogan, y me falta el aire. Estoy muy afectado porque observo que no quieres luchar para salvar una relación “quemada” por muchos frentes. Todo se va desmoronando. No ves más. Supongo que alguien te está engañando. Sí, sé que no lo percibes así, que prefieres equivocarte tú a aprender de mí. Creo que he torcido tanto las cosas que ahora ya no confías en nada. Supongo que me he ganado el que no quieras sacrificarte un poco para intentar volver a empezar. ¡Deseo tanto una reconciliación! La inquietud me rompe en millones de pedazos. Desearía hablar contigo, comunicarme, arreglar todo, pedir perdón, enderezar las cosas. Lo dejaría todo por un beso, por un abrazo tuyo, por una caricia, por un deseo, por una mirada, como el rey Arturo, porque nada de esto hubiera pasado. Todo es compatible, hasta nuestras absurdas cotidianidades. No acepto que la desazón me abata, pero ésta puede mucho. No sé cómo empezamos: el caso es que hemos confundido los papeles, las pruebas de amor, y ahora andamos medio peleados, incomunicados, con incomprensiones y con una frialdad que, sinceramente, no merecemos ninguno. Te he agotado, y yo también lo estoy. Disfrutaría si pudiéramos dar un acelerón. No sé el tiempo que llevas madurando este adiós, pero te pido desde lo más hondo de mi espíritu que me regales otra ocasión de amarte. Nos hace falta serenidad y romper las malas inercias. Espero, cariño, que se acaben las estupideces y que solucionemos esta distancia. Afrontemos, por favor, esta relación con madurez. No olvides que te quiero”. Nota: Cielo, sobreviviré...
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