martes, 24 de junio de 2008
En tu defensa
Pasas todas las mañanas. Te sigo la estela en silencio. Vas cargada de pensamientos. Llevas un resplandor especial que repartes inconscientemente. Te sacrificas. Avistamos tu empeño sin ira, tu cielo despejado que nos cubre a los que ni siquiera te conocemos personalmente. Alientas en las noches frías. Sin saberlo, eres una antorcha en un invierno que se prolonga más allá de su estación. Subsanas los defectos. Todo, y eso es lo interesante, te sale de manera natural. Rechazas las posturas perdidas. Aguantas el tirón cuando las cosas no vienen de cara. Das mucho más de lo que tú mismo pensabas. Tienes tiempo para todos. Tu voluntad es de servicio a tu familia. Te sobrepones a las campañas que despliegan sus tentáculos con resultados inhóspitos. Tu crónica es superación. La confrontación te llega, pero permaneces como una roca. La “masacre” te roza, pero tú logras zafarte de ella. No te pierdes las oportunidades, porque las buscas. Tienes el respaldo de los tuyos, que son una multitud que te has ganado. Marcas goles desde ángulos casi imposibles. Te faltan horas en el día, y, aun así, te tomas tus faenas con calma, realizándolas poco a poco, con mimo, disfrutando de la conversación con el conocido o con el recién llegado. Te comportas con educación, con suavidad, con ternura. Eres un premio para los que seguimos tus pasos. Ilustras las ceremonias y las tareas a las que concurres. No te amilanas. Tus circunstancias externas son humildes, pobres, pero por dentro eres una concesión de fortaleza, de equidad y de libertad. Decoras tu vida con gentes corrientes que muestran que sí hay futuro. Detienes los golpes sin devolverlos. Sabes que siempre hay una salida sin herir a nadie. Prosigues en tu actividad cada día. Eres el testimonio de que la derrota de los aprovechados es cuestión de tiempo. Hay que defenderte frente a los disparatados y los grotescos.
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