martes, 17 de junio de 2008

Me voy

Voy, me voy, no sé dónde, pero lejos. Estoy harto. La prisa, de momento, se ha adueñado de mí, y me siento cansado, muy cansado, harto de esperar. La vida es, a veces, como una broma, como una broma pesada que nos lanza al vacío y nos enciende con el miedo en la puerta. No puede ser. El agobio es una sensación amarga, inconsistente, pesada, brumosa ella, y nos lleva como si todo fuera una locura cambiante cuando, en realidad, no es así, o no debería ser. El dolor me hace más y más daño, y sigo sabiendo que pronto todo se mudará hacia una parte un poco más halagüeña. No me siento bien. Las perturbaciones me conducen por una esfera que antes fue radiante y, en estos instantes, es maldita. No hablo con los que debería. Los consejos no aparecen, o lo hacen muy tarde. Los lamentos crecen, y de nada sirven, por otro lado. La existencia es una serie de pensamientos y de actividades que nos hacen aletear con miserias de todo género. No confío en una mejoría. Lo ideal sería un reciclaje. Las travesuras de los años mozos nos olvidan en un pasadizo de ligazones manchadas. Guardo silencio. Ya no me doy prisa. He divisado un nubarrón, y aguardo un milagro que no va a suceder. Vierto la poca historia que queda, que es mucha, o, al menos, más de la que puedo soportar. Bendigo las posturas de unos y de otros, y agudizo un ingenio que mueve sus instrumentos con más poderes que confianzas. Tengo que irme, me repito una vez más, y atravieso las vías no escritas de un desierto que produce más y más monstruos. No soy yo mismo. La frustración y el grado de impotencia nos imprimen carácter, dureza, pero también nos hacen distantes de las posibles soluciones a los problemas, que siguen de un lado para otro. Me marcho casi ya, me vuelvo a decir, y me enfrento a los desastres de una ida y de una vuelta con el carrusel del trance incluido. Emprendo el camino, sigo, me encarrilo, y trato de huir a ninguna parte. Termina el día con esta propuesta, y mañana descansaré hasta que el nuevo agobio me diga de nuevo de irme, de irme muy lejos, dejando todo atrás. Pasará.

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