viernes, 20 de junio de 2008
A mi madre
Hoy se cumplen 38 años de mi aparición por este mundo. El recorrido ha tenido de todo: cosas buenas y cosas más buenas todavía. Hoy quiero ser positivo, más que eso. Me siento en paz con lo que he realizado, y eso se debe a determinadas personas que han estado en mi entorno, algunas de ellas, unas pocas, de manera principal. En la inmensa constelación de amistades y de conocidos brilla con una luz muy particular la mujer más bondadosa del mundo, la más bonita, la más guapa en todos los sentidos, y creedme que no hablo exageradamente, porque, aunque la viese de manera objetiva, que no es el caso, también lo diría. Me refiero a mi madre, a esa madre que me trajo al mundo, que me parió, y por lo cual siento un gozo superior. Ha estado siempre a mi lado, junto a mi almohada, dándome ánimos, felicitándome, comprendiendo las ocasiones, incluso cuando ella no las entendía. Ha insistido y persistido a mi favor, y se ha sacrificado hasta extremos increíbles. No ha sido, para mi fortuna, la única entrañable persona, pero ha sido la mejor. Hoy, madre, va por ti con todo mi amor, que a ti te lo debo. Me has dado la vida, todo tu cariño, todos tus bienes, lo que eras, lo que supones, lo que serás por siempre en este mundo inacabable para el amor puro. Me has entregado tus fatigas, tus tronos, tus sapiencias, tus consideraciones, tus paciencias, tus tonos amables, tu gracia. No has dudado en decir y en manifestar donde estabas y estás: justo a mi lado, entregada, sin condiciones, a lo que viniera, que de todo ha venido, para bien siempre. Has supuesto toda la significación de un universo posible. La bondad que tengo es tuya, y mis virtudes intentan asemejarse a tu doctrina, a tu ejemplo. Las gracias y todo lo que poseo serían poco para justificar y pagarte lo que no tiene precio y sí un enorme valor para mí, que entiendo las cosas por tu intercesión humana y divina. Eres un bastión en mi existencia, uno de los grandes, uno dulce, una vela mayor que no se extinguirá con el paso del tiempo, circunstancia que te ha hecho tan hermosa y brillante. Las estrellas serían poco para corresponderte, y te ofrezco todo lo que he obtenido, que es fruto inequívoco de tu abono, de tu cariño sincero y singular. Me has fecundado de grandes dosis de sentimientos y me has colocado con criterio en este mundo controvertido donde conviene tener señas de identidad y referencias a las que mirar: tú eres la primera, la ideal, la perfecta, la necesaria, mi todo. No hay amor que supere al que te tengo. Decir que te debo lo que poseo y lo que soy testimonia una verdad que se pierde en los montes más altos. El Gran Dios me ungió con la fortuna de identificarme contigo, fortuna que comparto hoy porque me apetece, porque eres lo más sagrado para mí, porque daría mi vida en sentido real por la tuya, porque te debo todo lo impagable del mundo. En este día en que se cumple un nuevo aniversario de mi venida a este bendito planeta azul, te dedico estas sentidas y cariñosísimas letras a ti, mi madre. ¡Te quiero tanto!
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)

No hay comentarios:
Publicar un comentario