viernes, 20 de junio de 2008
Nos pertenecemos
Acabo de decidirlo. Voy en el autobús, y te veo. Suspendo mis pensamientos ante un proyecto irrepetible. Me tranquilizo. Viajo hacia un lugar indescifrable. Abandono el sufrimiento. Considero que asisto a un milagro. Me presentas el inicio de una calificación que otorga referencias. Regreso a la frescura del compromiso. Vuelvo a intentar estar en el sitio que alberga la hierba verde. Ignoras lo que pienso: vas a tu ritmo, con tu estilo particular, mirando un horizonte que oculta los edificios, escuchando música, no aguardando nada en especial. Eres ajena a mis miradas, o, al menos, eso parece. Tienes unos lindos ojos verdes que penetran en el Universo y que se dejan preñar de ideales. Tu piel blanca y tersa se convierte en un espejo que refleja los rayos del sol. Busco el punto de inflexión que implica tu mentón, que se ofrece como vértice de un encuentro que me gustaría tener a la menor ocasión. Repito mis pensamientos, que se mueven sonrientes y aderezados de ocasiones que siempre deseé que se produjeran. Evitas el daño, y explicas lo que es primero, reponiendo fuerzas en mi espíritu cansado y rodeado de “plantillas de rutina”. Sí, lo he decidido. Eres mi musa: te he convertido en mi referencia, y declaro sin decírtelo personalmente que eres mi pequeña diosa. Has liberado mi "ego". Me haces olvidar la presión y la opresión de unas labores que se han convertido en demasiado cotidianas. Regreso a la actualidad que merece la pena con una compañía que desciende con una plataforma que llena hectáreas. Equilibras tu entorno, y yo soy feliz en tu espacio, en el que no me ves, en el que me ausento sin una contemplación mutua, en el que persigo un “refuerzo” que te tomo prestado sin que lo adviertas. Me das confianza. Impulsas mi cuerpo. Entretanto, sigues tu viaje, absorta, con una seguridad que capto al vuelo. No me divisas. Tampoco es mi aspiración. Acaricio solamente tu estampa, y estoy en disposición de sacar fuerzas por y para ello. Miro, igualmente, tus manos, y veo el mundo extendiéndose a partir de ellas. No careces de nada. Representas una juventud que triunfa y que puede con todo. Yo, aislado, sin acento, quedo al margen, en el mismo vehículo, contemplándote, defendiendo ese plan celestial que prevé gentes como tú. Apruebo el milagro de esta cita no prevista, y doy gracias por ello. Justificas todo. Te llevaré conmigo sin que lo sepas, como si fueras una escolta, como si yo lo fuera también. Estoy en un estado excepcional. Nos pertenecemos.
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