jueves, 19 de junio de 2008
Sin salida
Sin ánimo de hacerme muchas preguntas, hoy voy de nuevo con la fórmula de la frase corta, dando cuenta del desgarro emocional que de vez en cuando atenaza mi espíritu. Supongo que a todos nos pasa por la ventana del pensamiento esa idea tópica, manida y quebradiza de que todo va de mal en peor. Las ocasiones, unas veces más acá, otras más allá, nos despedazan con sus sintonías de penumbra y sus vanos deseos, cortados por un patrón que no atiende nuestras necesidades. Son los agobios cotidianos, que se suceden por un sí y un no y con mentiras y medias verdades. La trama, sin caer en la paranoia, nos envuelve con una manta fría que nos ata a la pata de la sinrazón. Nos sentimos mal porque sí, sin razones aparentes, y, cuando no existen, las inventamos. Supongo que vivimos con un gran vacío y al borde de un precipicio. El reconocer que no hay una salida buscada es a menudo un buen consuelo y un mejor consejo para hallar parciales soluciones. Es posible que la zozobra venga por un horror a la nada, que está ahí, que nos roza, que juega con nosotros valiéndose de un poder desigual… Es todo fruto de lo que somos… En este trance pienso así: Ya no es, no puede ser, y no es de buena mañana. Miramos compulsivos y, obligados, nos vamos hacia la nada. Resistimos el primer envite, y quedamos invitados a más golpes. No valen historias en este juego de perdedores en este lado del lago. Nos ilusionamos por una mirada ajena, y nos perdemos con emociones que nos arrastran con análisis y estudios que no sirven. Entiendo, y es mayor el miedo: cuanto más sé más temo lo que ha de venir, que no tiene ni tendrá piedad. La soledad del comienzo se asienta por la tarde y me devora por la noche, que es dura como su color oscuro. Han pasado los momentos del placentero desconocimiento. Palpamos el descalabro de la conversión de las creencias en todo lo contrario. No disimulamos el desafecto, el entuerto en el que nos movemos con paciencia recriminada desde nuestro interior. No podemos más. Nos hemos jactado de unas posturas dominantes que ahora no poseemos. Nada permanece en su sitio. El agua transcurre a su ritmo y nos deja con cara de tontos a la menor ocasión, y, lo que es peor, con sed, con mucha sed. Nos enfrentamos a un gran número de pruebas: cuando las superamos, seguimos; y, cuando no, vuelta a empezar. Es la carrera de siempre, que trae más y más agotamiento. Desde luego es para cansarse. Veremos cómo va la cosa mañana.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)

No hay comentarios:
Publicar un comentario