martes, 17 de junio de 2008
Terminó
Terminó. Era la imagen deseada del fin de un conflicto. Al menos, eso parece. Puede que no sea real. Caen las figuras, se rodean los monumentos, y el que ayer decía “hola” hoy se desayuna con un “adiós”. Somos así de cobardes. La esperanza se marchitó, y muchos muertos se quedan en la bruma de un océano sin nombres. No hay nada que contar. La incredulidad deja paso al agobio de la mala fortuna. Los pobres seguirán siendo pobres, quizá más que nunca. Sin embargo, piensan en lo contrario. “Allá ellos”, espetamos. Los mosquitos son los aliados que transmiten sus rancias infecciones. No concluye nada. Todo está por comenzar. La guerra es una voz, un efecto, una traición, una pérdida, un consentir que somos poco humanos, un fracaso de nuestro ancestral anhelo de libertad, de independencia, de fraternidad, de un mundo entre iguales… Los besos se han resfriado, y nosotros con ellos. Es lamentable. El ser humano que se precia de tal debe saber evitar el conflicto como norma de actuación. Luego vemos cientos, quizás miles, de ejemplos de que no es así. Comprendo que surjan desavenencias, que sea difícil entender al prójimo, que no demos con la práctica justa de las cosas, pero no entiendo que la violencia, la guerra, el desencuentro perpetuo y a perpetuidad deban ser las premisas de unas intervenciones que solo provocan lágrimas y gritos de dolor. Sí, ya parece que finalizó. Como le ocurre a Clint Eastwood en “Sin Perdón”, ahora surge la pregunta de qué hacer en adelante. Esperemos que no sea eso de cambiar todo para no cambiar nada, como en el “Gatopardo”. También se genera la inquietud por los que se han marchado, por los que han caído en combate, por los que han sido devorados por las balas en nombre de Dios, de un Presidente, de la Democracia, del Petróleo (otro dios), del fuego amigo, o del cabrón del vecino… Ya da igual a los efectos del “gran resultado”, el interés general, no especificado, que está por encima de todo, nos insistimos. Ya todo ha acabado: eso parece. Lo peor es que otros trances están por comenzar. La vida es una ida y millones de vueltas. La rueda está en marcha, y seguramente el mareo nos hará estallar. Mientras el destino se define por aquí y por allá, rezaré por los que no están, y, sobre todo, por los que seguimos aquí, en este infierno, acomodados, rotos.
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