viernes, 20 de junio de 2008

Travesía

Es de noche: una noche cualquiera con la confusión entre los ojos, que no ven lo que quieren, que no sienten lo que es, que no disponen de lo que precisan, que están y no se encuentran en tiempo y forma. He estado ahí toda la semana viendo gentes ir y retornar para volver a empezar. Es la magia, la rutina, lo mismo de antes, lo mismo de siempre. No se entiende, pero decimos comprenderlo todo. Ahuyentamos las apariencias cansadas que regresan para el espectáculo, que, en todo momento, debe continuar. La invitación está pagada y servida, y nos apesadumbramos por no entender y reconocer los pasos que damos entre una amalgama de atropellos y de prisas. Con la brisa de este viento de la Huerta, cuando todo está y guarda silencio, me veo de paso, como todos, y en esto os implico: Tránsito hacia ninguna parte, camino hacia ti. No hay descanso: nos hemos equivocado en el letargo. Entiendo que no puedo, que no podemos. La espera es larga y poco fructífera. Hablo en busca de una sintonía que me dé fuerzas y valor cuando todo se vuelve oscuro, llegada la noche. Soy tuyo, de ti, sí, aunque mires a otro lado. No nos advertimos porque jugamos a la chanza y a la coquetería con la bruma y el deseo que todo lo tocan sin decir donde se hallan de verdad. Me presentas como amigo, bueno, cercano, como si no fuera a fallar, y eso hace que no caiga, que no ceje, que no me falte la energía. He tenido la gran fortuna de tocarte, de sentir lo que tú sientes, de saborear tus labios invisibles que otorgan la lujuria de los libros. Es un juego el nuestro, sin reglas, sin normas, con las oportunas excepciones que nos colocan en el umbral de millones de batallas. Me expreso mal, seguramente, mas lo hago con el corazón, con la profundidad azul que acompaña a las olas de un deseo nada fortuito. Me regalas una galería de sueños que procuro enriquecer para ti, con la verdad por delante. No me place nada más que satisfacerte sentándome en la orilla de tu cama blanca y silente. Eres la primera y la octava maravilla de un mundo que serpentea como puede las dificultades y las disfunciones. Me subo al caballo ante la marea que superaremos juntos porque nos amamos sin vernos, sin reconocer las virtudes y los valores de las brumas del desierto. Hoy comunico que voy y vuelvo de ninguna parte, con la valentía del vaquero herido y nunca perdonado. Soy el mismo de siempre, pero con el alma metida en un escondrijo de puros ademanes y anhelos de amar y ser amado. Ahora saco todas mis inquietudes del interior y te informo que estoy cabalgando entre posturas y sonrisas que me dicen quién soy y hacia dónde voy. Te sueño en esta travesía...

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