martes, 24 de junio de 2008
Un día de furia
Salgo a la calle. Las expectativas son todas, pero se presentan y se conjugan las mismas de siempre. Nos movemos, o más bien nos aparcamos, en una rutina atroz. Oigo pitidos y bocinas. Los santuarios quedan lejos. El respeto se ha fugado de nuestro ecosistema, que ha perdido hasta la etimología. Todos los elementos nos conducen a una prisa. Cada uno defiende sus razones, su naturaleza, sus intereses, y la protección se tambalea. No miramos a los ojos, no procuramos ponernos en la piel de los otros. En raras ocasiones adivinamos lo que pasa en el otro lado. En estos albores del día, con mil previsiones y cientos de quehaceres, ya me siento cansado. Como usuario, como cliente, como voluntario, como anónimo, como lo que soy, procedo a emprender una marcha determinada. El ritmo es demoledor. Tardamos horas en llegar a lugares cercanos. La demora es una práctica poco saludable. Tardamos mucho en hacer poco, y luego corremos para recuperar el tiempo perdido, algo imposible: lo que se ha esfumado ya no está. El tiempo no se puede tocar. Históricamente hemos sido muy sumisos con el transcurso de las horas, de los días, de las semanas, de los meses. Nos hemos complicado mucho las cosas. La deuda asciende a una cifra muy elevada. Nos hemos atado a una carencia en sí, el tiempo, que lo es por definición. Se suceden las voces “altisonantes”, los insultos, la guerra verbal y, a veces, de otro género. No paramos. Al fin, salimos de los atascos, y llegamos al lugar de trabajo. No siempre damos con el ambiente adecuado. La ofuscación nos impide pensar. En el sitio de estudio, la competencia es dura, sin contemplaciones. El mercado laboral es todo menos abundante. Nos hemos implicado en una red que no establece los puntos neurálgicos. No hay conexión, ni servidores, ni memoria colectiva, ni datos que nos amparen. Las combinaciones nos envenenan más y nos derrotan de antemano con un consabido malhumor. Veo tropiezos tras tropiezos. Cuando me paro un poco y me informo por los medios de comunicación social, entiendo que las agresiones se están perpetuando. Nos distraemos un tanto para no invertir en lo que habría de ser básico. No aprendemos de las polémicas. Necesitamos un equilibrio, más compensaciones. El conjunto tiene muchas fugas, demasiadas pérdidas. La paridad es una virtualidad que nos deforma. Debemos reprimir ciertas actuaciones que nos abandonan en una bahía estéril. Hoy es “un día de furia”, con muchas patrullas blindadas y agresivas. Espero que mañana sea mejor.
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