martes, 17 de junio de 2008

UNA RADIOGRAFÍA PARA LA REFLEXIÓN

Leo en la prensa durante estos días que el 38 por ciento de los españoles considera, consideramos, que la población es, en general, poco tolerante. Hay incluso un 5 por ciento que opina que no nos entendemos en absoluto. El asunto de la comprensión, de la tolerancia, no es baladí, habida cuenta de que se trata del puro sostén de la democracia. La encuesta, realizada por el Centro de Investigaciones Sociológicas, manifiesta que el 60 por ciento de los ciudadanos creen que la sociedad española es bastante o muy conservadora. Los datos apuntan una realidad preocupante, avalados por el pensamiento mayoritario de que apenas algo más de la mitad de la población podría ser demócrata. Además se ve como algo "futurible" el que seremos mucho más racistas dentro de unos pocos años. La cuarta parte de los españoles así lo estima. Sigue la corriente de cifras en este estudio, que explica que el 39 por ciento de los españoles se declara bastante tolerante con la homosexualidad, mientras que un 37% confiesa no admitir de buen grado esta condición social. Habría un 9% que la rechaza totalmente, y sólo un 8% declara ser muy tolerante con estas personas. Por no aburrir mucho, señalemos sólo unos cuantos datos más: el 43 por ciento de los españoles se considera poco o nada tolerante con las costumbres de los extranjeros; el 47% piensa que dentro de unos años estaremos en los mismos niveles democráticos, sin más avances; y la coyuntura no es mucho mejor cuando nos referimos a temas como las drogas, el aborto o la vida en pareja. La falta de tolerancia en una sociedad no es únicamente un síntoma de carencia de comunicación, sino también una cara maligna de su propio envejecimiento, de un envejecimiento que no es físico, sino más bien intelectual, fruto de una atrofia absoluta. Los años pasan por nuestras vidas "aburguesadas", y pagamos el peaje sin darnos cuenta. Nos distanciamos de los problemas de los demás y permanecemos inmóviles ante las tragedias de los otros. Proseguimos nuestro rumbo sin más preocupación, y, cuando nos llega nuestro "golpe", que siempre llega, es tarde para actuar. Es cierto que la sociedad, sobre todo los más jóvenes, está reaccionando ante coyunturas actuales determinadas, pero los problemas reales no son sólo aquellos que aparecen en los medios de comunicación social. Hay más: hay mucha hambre, mucha peste, mucha guerra, mucha muerte, con millones de "jinetes del apocalipsis" por doquier. Frente a la locura colectiva, la envidia, la vanidad, los rancios deseos, la competencia desenfrenada, la maldición del dinero, hay que reaccionar. Quizá convendría apostar por las líneas de entendimiento, de convivencia, de escucha. Deberíamos atender las llamadas del corazón, buscando el secreto de una juventud más interior que otra cosa. No sólo hay que contemplar lo externo, aunque la visión que alberguen de nosotros tenga mucho que ver con nuestra propia actitud. En cierta ocasión, la artista Dolores del Río le preguntó a su amiga y compañera María Félix por el secreto de su buena apariencia física. "¿Qué haces para parecer tan joven?", le preguntó intrigada. Sin inmutarse, la diva mexicana le contestó: "Serlo". Pues eso: debemos ser jóvenes de espíritu y de ánimo, y engrasar los ejes de una sociedad que muestra demasiado "ruido" en encuestas como la que nos ocupa. Hagamos algo, y fundamentalmente conversemos con altura de miras y con la entrega manifiestamente rica de nuestro intelecto. De lo contrario, más que ocuparnos, tendremos motivos para la preocupación. Toleremos, por favor.

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