Aprendemos de lo que vivimos

A nadie se le escapan los últimos sucesos en España, que es tanto como decir en el mundo. Desgraciadamente, nos hemos convertido en referente, en un foco de atención que define una época que nos lleva a un futuro incierto. Mientras que unos y otros discuten en torno a qué hacer, a qué decir, a cómo decirlo, a presunciones, a actuaciones, a modos y maneras diversas y, a veces, hasta antagónicas, yo apelo a la Humanidad, a ese sentimiento ancestral que nos amansa y que es capaz de corregir cualquier entuerto. Debemos apostar por la educación, por la paz, por la justicia, por la voluntad, “por la buena voluntad”, por las caricias, por la ternura, por el ejemplo modélico, por la solidaridad, por la ayuda, por el concierto, por la celebración festiva que nos marque en positivo… Todo ello ha de superar cualquier concepto o intención que signifique lo contrario. En esta cita con el lector, hoy le escribo algo que no es de mi cosecha, que es universal como la vida misma. Ahí queda: Si vivimos rodeados de críticas, aprendemos a condenar. Si vivimos entre una constante hostilidad, aprendemos a pelear. Si vivimos con la presencia y el miedo al ridículo, aprendemos a ser tímidos. Si vivimos con una imagen perenne de vergüenza, aprendemos a ser culpables. Pero... Si vivimos con personas que ejercen la tolerancia, aprendemos a ser pacientes. Si vivimos con gentes que se acercan a nosotros con aplausos, aprendemos a confiar. Si vivimos entre elogios, aprendemos a apreciar. Si vivimos con familiares y amigos que nos dan seguridad, aprendemos a tener fe. Si vivimos con una reiterada aprobación de los que nos conocen, aprendemos a gustarnos. Y lo más importante: Si vivimos con la aceptación y la amistad de los otros, aprendemos a encontrar el amor en el mundo, que, sin duda, existe. Amigos y amigas, ahora toca asumir esta filosofía y ponerla en práctica todos los días de nuestras vidas. Hay que tener mucho ánimo: seguro que podemos.