Cadena perpetua

Eres como un mítico personaje que renueva su presentación, la decoración de la casa, que ahora es irresistible. La oferta que nos muestras nos deja con cara de tontos. Sacas una entrada y la quemas delante de mí sin que tenga posibilidad de disfrutarla. Se reparten las generaciones sin aval y trabajas sin exigencias. Hay un clamor en mi interior que confirma lo que pienso, pero no me haces caso. Tienes un “gancho” que no explotas. Te has convertido para mí en una figura de cera que se desvanece en cuanto trato de tocarla. “Entre tanta faena hay que desistir”, me digo. Eres un imán que reclama mi atención, aunque no quieres. Me ofreces un pasado y una lección, y no recojo ni una cosa ni la otra. Vengo temprano, y te parece tarde, y vengo a otra hora, y tampoco es. Te has convertido en una estampa desleal hecha barro. Me gustaría ser tu resina, pero no puede ser. Te reconozco y te distingo, pero pasas. He sido prematuro al reconocerte, y tú me has reducido con seguros que cambian mi destino, que podría ser más liviano. Me has metido en un proceso que da lugar a revelaciones embarazosas y provocadoras de tensiones. No hay estabilidad. Me gustaría concluir con esta clandestinidad que captura mi ser y lo debilita. Ya no tengo la ostentación de antaño. No eres mi “puchero”, como habría deseado. Afronto la injusticia que me concedes y sueño con esa voz que me niegas. Interpongo un recurso en busca de una utilidad que no surge. El maletín con las reservas se ha agotado, o bien se lo ha llevado otro. No sé. Me echo a la calle en pos de una imaginación que se queda sin poder. He mudado el aspecto, pero no poseo un salvavidas que me aparte de ti. Es más de lo mismo, y no opongo resistencia en el reconocimiento. Me siento atribulado. No confirmo ninguna identidad. Me rindo. Me tratas como una tirana y lamento esta ruptura que contribuye al desorden y al misterio. Desearía poder blindarme y resistir. Asumo que no puedo y que tengo una “cadena perpetua”.