miércoles, 18 de junio de 2008
Camelado
Reconozco que vales, que eres, que supones, que implicas, que añades a la vida. Sé que aplicas medidas oportunas dentro de un gran objetivismo que racionaliza el orden de las cosas. Me informo y sé las ganas que tienes de salir adelante. Has interiorizado lo que deseas, y renuevas todo lo que tienes dentro de ti. No vives del crédito sino de lo que ganas cada día. Construyes una existencia sincera que no especula. Enumeras tus propósitos y los vas cumpliendo uno a uno. No te dejas atrapar fácilmente excepto por las personas que te interesan. Eres una atalaya, un faro en mitad de un océano que se pacifica con tu presencia. Eres responsable, bondadosa, ecuánime, y estás preparada para soportar los golpes de unas situaciones que no siempre son como quisiéramos. Estás fuerte e irradias esa fuerza a los demás, a los que andamos cerca. Insistes cuando debes hacerlo, y permaneces callada cuando crees que debes hacerlo también. No hay suposiciones en tu mirada, sino esperanzas y anhelos por cumplir. Procuras que sea así. Te ofrezco mis detalles, y recoges con fortuna y alegría todo lo que soy. Respiro. Dedicas la comunicación constante y activa a solucionar los problemas, que los ves tan solo para detectarlos y aminorarlos. Rebajas, en todo momento, el nivel de tensión, y oyes cuando debes dejando atrás lo que no interesa. Facilitas el deambular en solitario y en común, e inviertes en un poco de agua que libera la sed de amor. Compras y regalas, y dejas todo a un precio de escándalo. No falta de nada a tu lado. Por ello me despido de ti y ya te estoy viendo. Confortas y aproximas una gran serenidad. Estoy tranquilo a tu lado. Tu cuerpo extingue cualquier coyuntura de desasosiego. Cierras y abres todas las ventanas con el afán de refrescar el ambiente. Estamos, por suerte, en la rueda, en el movimiento conjunto y nos vanagloriamos por ello. Consumamos el cariño con un tono perfecto. No hay obstáculos que nos paren. Los parajes en los que nos movemos nos protegen de todo mal. Todos los días comienzan con sugerencias y contribuimos a que merezcan la pena. Impartimos unas conferencias, durante nuestras conversaciones, que nos llenan de simpatía y de estabilidad. Representamos unos papeles que nos vienen como anillos a los dedos. Inauguramos cada encuentro como si fuera el primer día, y así no hay límites para las auténticas posibilidades. Te agradezco tu paciencia, algo en lo que yo siempre corresponderé. Me atrevo a decir que estamos llamados a ser el uno para el otro. Me encuentro genial por ello. No ha sido una cuestión de técnica sino de añadir valores que potenciamos. Me siento bien con la costumbre de este idilio. La verdad es que colmas el paisaje de mis días, que se preñan de cientos de regalos espirituales. Me has camelado, y estoy excelentemente por este motivo.
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