jueves, 26 de junio de 2008
Crisis (1)
Querida amiga, querida enamorada, querida desconocida, querida lo que sea o lo que pudo ser: No sé por dónde empezar. Soy consciente de que cada vez que me dirijo a ti empeoro las cosas. No estoy en condiciones de pensar. Es uno de esos arrebatos por los que pasan los demás y no entendemos hasta que nos toca y nos cegamos. Es la locura misma. Debería guardar silencio, pero padezco tanta necesidad de expresar mis sentimientos que no soy capaz de detenerme. Antes que nada, pues, debería pedirte perdón por buscar la serenidad en el papel. No logro dar contigo, ni en persona, ni por teléfono; y me encantaría poder desahogarme viéndote cara a cara. Tú me dirás, aunque ya conozco la respuesta. Corazón, nos hemos reído en más de una ocasión de las crisis que acompañan al paso del tiempo en cualquier pareja, pero esto parece más grave. Nos está pasando lo que a todos: esta relación se va a la mierda. Amor, te pido por favor que te tomes un tiempo para reflexionar sobre cuanto está ocurriendo. Estamos pasando por una mala racha, por una época desastrosa. Estamos escapando el uno del otro, y estos son los frutos. Los dos nos hemos equivocado, quizá yo más, y esto se nos ha ido de las manos. Sin embargo, cariño, no podemos engañarnos: el sentimiento está ahí, aunque soy consciente de que el trato en los últimos tiempos no ha sido como debería. Lo lamento mucho. Estoy, en todo caso, muy arrepentido de mis errores. Un favor te tengo que pedir: no tiremos todo por tierra. Quiero lo mejor para ti, pero anhelo estar en esa imagen de la felicidad que te sustento. No comprendo, por mucho que te exprese, por mucho que sepa, como ha podido cambiar tanto en tan poco tiempo. Todo parece haberse borrado. Sufro. Necesito abrazarte. Démonos una oportunidad más. Precisamos hablar, reír juntos, llorar juntos. No podemos parar en seco y no recordar lo pasado. Probablemente soy “nadie”, no soy lo que esperas, mas me reconozco prisionero de mis sentimientos y de mi cabeza, y no sé qué hacer para sobrevivir en estas noches largas. Estoy destrozado y tengo miedo. Padezco de una soledad en mitad de una debilidad absoluta y absurda. Estoy desolado, y nada parece poder ayudar. Tengo pavor a esa fuerza que demuestras, a esa dureza que, por otro lado, me parece digna de encomio y de admiración. Ahora todo se vuelve contra mí, hasta esa fortaleza maldita. Me aterroriza la frialdad con la que me hablas. Me doblega ese atractivo que ahora compartes con otros. Me has echado una maldición, y ya no sé si es una suerte seguir respirando. Me asustas porque te veo como una mujer de convicciones y sé que te cuesta volver atrás. Quiero pensar que todo va a salir bien, que esto es solo un mal sueño, un bache por superar. Tengo miedo del amanecer. Cuando hace un tiempo hablabas de la necesidad de escapar no quise ni pensar que esto nos podría pasar, pero así es. Siempre te expresas desde el corazón y desde la reflexión. Debí imaginarlo. Pese a que lo veía venir no supe reaccionar; y aquí estoy, preso de un desdén, de una desgana, de una “insolación” divina y humana. Me quedé bloqueado, y ahora lo estoy más. Te pido, cielo, que tomes un poco de aire, que respires fuerte, que medites con calma lo que está aconteciendo. No es fácil para ti, y para mí tampoco. Recuerda que no se trata de buscar culpables: en los problemas de pareja los dos tienen, tenemos, motivos para callar y para apostar por un futuro en común. Lo que ha fallado, sea lo que fuere, es una deuda conjunta. La pena no me deja continuar.
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