jueves, 26 de junio de 2008
Espero tu reacción
No me digas que no te has dado cuenta. Eres la “suprema”. Eres teatro y relaciones. Te daría mis versos si quisieras. No eres la romántica que conocí. Necesito tu norte, tu música adecuada. Sabemos los dos que sobreviviremos. Me faltas. Las noches se quedan en blanco, y en negro, de mil colores ocres. Pienso. Tu maldad me atrapa. Me acuerdo de tantos ratos buenos, y de tanto pesar. No me doy cuenta. Eres infiel, y sufro. Me devuelvo a un estatus del que no debí marcharme. Falta tanto querer. No obstante, sé que viviré para contarlo con sorna y paciencia. Me derrumbo ante una relación térmica que me lleva de nuevo a empezar. Las horas han pasado, y siento mucha lástima, sobre todo de mí. Sé que la felicidad llegará. Todo volverá a lo suyo. No me queda fe. Estamos en una cascada. Nos hemos hartado de esperar, de recrearnos en una sangre que se mofa de la experiencia que no hemos sabido alimentar. No me doy cuenta, no quiero, igual que tú. Muero por tu amor. Me preparo para encontrarme bien. En la memoria me faltan elementos que inciten a obrar como sería menester. Te has convertido en un mito que me devora como ese gran dios que no dejó ni a sus hijos. Creo que te llamas “Saturno”. Llega el momento del descanso, y tengo que advertirlo. Estoy bien. Me dan por todas partes. Las fortunas nos han quitado los escudos, y todo se ha ennegrecido. Me mandas besos envenenados a los que se suman los verdugos que no me quieren bien. Lo inimaginable se ha hecho horrible. Propago que eres una mujer sin igual, pero que no se porta como debe con las gentes que le aman de verdad. Me echo a tus brazos y encuentro unos pinchos que me rompen la piel a tiras. Te conservo en mi retina y en mi cerebelo con esa estampa reina y magna. Ahora ya no me brindas tu mejor canto, sino más bien un viento furibundo. Ya no me refrescas como antes. Te pido un sol, y una luna, y un parapeto, y un manto. Eres acreedora a una llamada, a unas gracias, a una simpatía, a un espejo en el que nos vemos los dos. Me encantaría que todo se reformara para llegar al puerto de nuestro origen. Espero que los dos sumemos velocidad y naveguemos a 30 nudos por una mar plácida en la que se escuchen las sirenas con esos bellos cánticos que huelen a tu nombre. Los ritmos nos darán las diez, y las once, y las doce, y la una. La creación serás tú. Espero tu reacción.
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